La ley 599 de 2000, el Código Penal Colombiano, estipula como delito la inasistencia alimentaria: “El que sustraiga sin justa causa a la prestación de alimentos legalmente debidos a sus ascendiente, descendientes, adoptante, adoptivo, cónyuge o compañero o compañera permanente incurrirá en prisión de 16 a 54 meses y multa de 13.33 a 30 salarios mínimos legales mensuales vigentes”.
La inasistencia alimentaria desembocan una serie de actos que perjudican directamente al menor, la víctima del delito; algunos padres y madres toman a sus hijos como mercancía para negociar, por un lado, pensando en afectar a la madre que generalmente se hace cargo del cuidado y la custodia de los menores y que en verdad sufre muchas faltas a la hora de brindar espacios adecuados de desarrollo, a causa de las limitaciones económicas, y por el otro, la separación afectiva que sufren los menores de su padre, que implica una figura importante en el desarrollo emocional y físico del menor y quien convierte a algunas madres en manipuladoras y negociantes de visitas a cambio del pago de cuotas de alimentación.
A este respecto les comparto las apreciaciones del profesor Sigmund Freud, “quien define la familia como el lugar en que los seres humanos establecen relaciones de padres a hijos, desarrollándose la psicosexualidad humana, en la que deben superar etapas como la Oral, la Anal y la Fálica, hasta llegar a la Genitalidad Adulta, enfrentando conflictos como el Edípico”, del que, según Freud, se desprenden una serie de consecuencias en el desarrollo de la personalidad.
Es en la familia donde con seguridad el ser humano va a recibir un marco de referencia de normas y límites para funcionar a un principio de realidad en la comunidad social en la que vive, y dependiendo de las relaciones que haya establecido con sus padres y de la manera en la que haya superado sus conflictivas psíquicas, así como de la manera en que se hayan formado sus estructuras psíquicas, el Ello, el Yo y el Su-per Yo, de esa manera será más o menos sano lo que reproducirá en la familia que funde a su vez este ser humano.
Como mujer, abogada y madre, siento gran desconsuelo al ver cómo los adultos responsables de la educación de los menores se involucran en un juego de egos, sin que se tenga en cuenta la afectación que esto causa a los menores; por una parte el padre rehusándose a cumplir con la obligación de manutención a sus hijos, y por la otra, la madre con la intención de convertir en recluso al padre de estos.
Considero que debemos ser más conscientes a la hora de iniciar este proceso judicial, ya que no es sano para los hijos y los padres, por el contrario debemos velar por conservar la cordialidad, pese a las diferencias que existan como parejas, teniendo en cuenta que al momento de titularnos como padres nuestros intereses ya no son tan importantes como los intereses y el bienestar de los hijos.
Es necesario practicar un ejercicio de aceptación de la realidad y afrontar las circunstancias con la mejor disposición posible: tenemos la gran responsabilidad de entregar adultos felices a la sociedad, y para esto es necesario contar con padre y madre, unidos, no por el dinero o por el bienestar como pareja, sino para entregar a estos pequeños herramientas sólidas que les permitan afrontar con tranquilidad y amor las situaciones que se presentarán en su vida adulta, como responsables de su propia vida y su propia familia.
La inasistencia alimentaria es un hecho generador de violencia intrafamiliar, ya que genera afectaciones en la salud mental y en algunas veces física, de los miembros de la familia, por tanto también es una forma de atentar contra la sociedad y genera grandes dificultades para el desarrollo de la misma, ya que de allí derivan familias que giran en torno de intereses económicos y egocéntricos.
Es necesario que aprendamos a asumir la paternidad con un verdadero sentido de responsabilidad, no solo económica, sino afectiva, y dejemos de poner en manos de la Fiscalía y los jueces penales, que ven la ocurrencia de este punible como cualquier otro y terminan recluyendo en institutos penitenciarios, a padres que deberían estar buscando la forma de ser cada día el héroe de sus pequeños hijos y no el monstruo de sus madres y estas convirtiéndose en verdugo del hombre que escogió para acompañarla en la hermosa labor de cuidar y educar a una persona.
Dato
La pena será de prisión de 32 a 72 meses y multa de 20 a 37.5 salarios mínimos legales mensuales vigentes cuando la inasistencia se cometa con un menor.
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