La tragedia que marcó al 'Alfonso López'

El mal arbitraje que se presentó durante el partido entre el equipo local y el Júnior de Barranquilla en el estadio Alfonso López el 11 octubre de 1981, generó un enfrentamiento entre hinchas y la Fuerza Pública. Cuatro personas perdieron la vida y decenas quedaron heridas por las balas que al parecer disparó el Ejército Nacional. Se cumplieron 30 años de lo ocurrido.

Xiomara Montañez Monsalve

Orlando Morales Silva, más conocido como ‘Pocheche’ y quien fue quinesiólogo en el Atlético Bucaramanga durante más de una década, saca cada 11 de octubre su álbum de los recuerdos y reconstruye a sus familiares, amigos, periodistas y curiosos, lo que para él y muchos hinchas del equipo fue una de las peores tragedias del balompié local y nacional.

Antes de comenzar su apenado relato, Orlando no olvida lo colorido que se veía el estadio Alfonso López aquella tarde de domingo. El Atlético Bucaramanga jugaba con un equipo de lujo.

Las camisetas, las banderas, los pitos…Todo era necesario para encender el júbilo de los que se encontraban en las graderías. Familias completas acudían en aquella época al Estadio, llevando comida en toda clase de recipientes, buscando el mejor lugar para ver los goles.

Orlando asegura que se jugaba más que un punto en la clasificación, ya que desde 1975 el Atlético no le ganaba a los tiburones (5-3 fue el resultado en esa oportunidad).

Los medios locales anunciaban que sería el “clásico de película”. Al Bucaramanga lo vestía el manto de la “buena suerte”. Todos lo veían como triunfador gracias a su buen desempeño en el partido anterior frente al ‘expreso rojo’ –Independiente Santa Fe-, cuyo resultado (1-0) dejó al equipo local en un sexto puesto bastante merecido.

La venta de boletería no pudo estar mejor. Desde el viernes 9 de octubre se inició la preventa y muchos tuvieron que agolparse el domingo desde tempranas horas a comprar sólo el 25 por ciento de las entradas que se dejaron en las taquillas.

Más de 20 mil personas entraron ese día al escenario deportivo. “Algunos ingresaron con botellas de licor y mientras salían los equipos a la cancha, hicieron de las suyas y se emborracharon”, recuerda Orlando.

Testigos de ese momento aseguran que se vendieron más boletas de lo acordado, que muchos a pesar de tener el tiquete, corrieron el riesgo de quedarse en las afueras del Estadio. No obstante, la Policía autorizó la apertura de las puertas para ­satisfacción de los seguidores.

A pesar de que el Júnior de Barranquilla era calificado por los comentaristas deportivos como un equipo “aguerrido y batallador”, nada le robaba al Atlético la esperanza de ganar.

Faltando pocos minutos para las 4:00 de la tarde, la terna arbitral conformada por Eduardo Peña, Víctor J. Sánchez y Jorge Becerra, designados por la Dimayor en Bogotá para el encuentro, saltó a la grama.

También lo hicieron el técnico Roberto Pablo Janiot y sus acompañantes Américo Montanini y por supuesto, Orlando; la figura argentina y capitán del equipo canario, Juan Carlos Díaz; una de las contrataciones más importantes de ese momento proveniente del Deportivo Cali y que le costó a las directivas locales 13 millones de pesos; Diego Umaña, así como el ex jugador del Atlético Nacional y de la selección tricolor, Francisco ‘Pacho’ Maturana.

Lo inesperado

Un gol del equipo tiburón opacó la felicidad en el Alfonso López en el primer tiempo. La alegría regresó sólo hasta la segunda mitad del encuentro, cuando en el minuto cuatro Galván hizo un gol. Los ánimos regresaron a las graderías. Un 1-1 no estaba mal.

Sin embargo, otro tanto de los barranquilleros se robó las ilusiones. Además, Peña omitió cobrar una pena máxima contra el Júnior por una falta dentro del área contra Roberto Alirio Fracuelly.

A las 5:22 minutos, según los comentarios de la prensa de ese momento, “el árbitro Eduardo Peña ya había hecho de las suyas contra el equipo de la casa”. Los ánimos se exaltaron y los hinchas saltaron a la grama derribando las mallas, tumbando vallas publicitarias y lanzando toda clase de improperios contra la terna arbitral. El juez de línea alerta a Peña. Éste, faltando ocho minutos para terminar el encuentro, decide acabar el partido.

Cuenta Orlando que todo empezó en la tribuna de Sol, hoy conocida como Oriental. Ante la estampida de hinchas furibundos, el árbitro Peña corrió al camerino sur donde solía alistarse el Atlético Bucaramanga antes de sus juegos. Lo acompañan los jueces Víctor J. Sánchez y Jorge Becerra.

Mientras esto ocurría la Policía trataba de controlar con bolillos a la multitud pero le fue imposible. Tuvo que pedir refuerzos al Ejército Nacional, que se presentó de inmediato.

“Los árbitros se quitaron las camisetas negras y se dejaron las blancas. No se sabía quién era el juez central. Con los jugadores del equipo ingresamos al lugar y les reclamamos por el resultado y su mal trabajo, pero los disparos de fusil nos desviaron de la conversación”, comenta Orlando.

“Pensé que eran balas de salva, pero cuando fui a mirar me encontré con una escena terrible. Varios heridos tirados en las graderías; no podían moverse. Tenían perforaciones profundas en la espalda y el abdomen. Tuve que ver cómo moría un hincha. Eso me dolió mucho”, narra el ex quinesiólogo del Atlético.

¿Quién había disparado? En ese momento todo era confusión. Orlando regresó al camerino a contar lo ocurrido. Asegura que las dos nuevas contrataciones del equipo, Saturno y Paruzzo, entraron en pánico. Miembros de la Defensa Civil, en un viejo carro destartalado, llegaron a auxiliar a los heridos

“En el camerino permanecía el árbitro Peña. Se había afeitado su bigote. Estaba irreconocible. Le grité que por su culpa todo estaba ocurriendo. Él no decía nada. Estaba blanco como un algodón”, afirma Orlando.

Luego fue sacado en el carro de la Policía con una sudadera del Atlético Bucaramanga. “Tocó prestarle el vestuario. No tomó el vuelo al día siguiente en el Aeropuerto Internacional Palonegro. Lo llevaron hasta Curos, vía Bogotá, y allí se fue por tierra. Nosotros salimos por donde hoy se encuentran las piscinas y las canchas de tenis. Nos preocupaba la suerte de nuestros familiares, quienes veían el juego en la gradería”, comenta Orlando.
    
Hipótesis de por qué dispararon

Ese día se cegó la vida de cuatro personas. Más de 30 espectadores, entre mujeres y hombres, quedaron gravemente heridos. Los destrozos superaron el millón de pesos de la época.

Al día siguiente el trágico evento deportivo puso los ojos de la prensa nacional en Bucaramanga. Todos se preguntaban, quién dio la orden de disparar a las graderías. Nadie daba respuesta. Sin embargo, cuenta Orlando Morales que ese lunes, mientras los canarios entrenaron en la cancha del Batallón contiguo al Alfonso López, varios soldados se acercaron y les entregaron versiones no oficiales de lo ocurrido.

Según contaron los uniformados, el contingente que enviaron para reforzar la seguridad en el partido ­acabada de llegar de una operación en la alta montaña donde llevaban más de un mes. Al parecer, cuando estaban en el escenario, uno de los aficionados trató de arrebatarle el arma a un militar, éste bajó el fusil e hizo una ráfaga al piso.

“Se presume que los demás uniformados que estaban apostados en la gramilla pensaron que habían dado la orden de disparar y comenzó la balacera. Probablemente al aire, pero no era claro”, explica Orlando.

A pesar de la orden expedida por el Ministerio de Defensa, cuyo jefe de cartera era el general Luis Carlos Camacho Leyva, en la que se ordenaba una rigurosa investigación, el militar nunca se pronunció sobre la presunta participación de los uniformados en el hecho.

Las directivas del Atlético Bucaramanga viajaron a Bogotá para exponer el caso a la Dimayor, pedir la anulación del juego y a solicitar la expulsión del Cuerpo de Árbitros del Fútbol Profesional, de los tres jueces que pitaron ese día, pero no consiguieron nada.

La Asamblea del Departamento hizo una sesión especial para mirar lo ocurrido. No asistieron los comandantes del Ejército ni de la Policía. Los diputados culparon a las directivas del equipo por permitir el sobrecupo en el estadio y la ingesta de licor en las tribunas.

La culpa comenzó a patearse de un lado a otro. Hasta la prensa local, especialmente los comentaristas de radio, fueron señalados por la Dimayor, que en un comunicado a la opinión le pidió al Ministerio de Comunicaciones que regulara a las emisoras para “un mejoramiento del deporte y a la conservación de la paz pública”. Además, contrario a lo que pedían las directivas del equipo, sus jugadores, la afición y los medios, la entidad le dio el voto de confianza a la terna arbitral que estuvo en el juego y le expresó su solidaridad.

“Mucha gente me dice que raíz de esa tragedia al Atlético Bucaramanga le cayó la mala suerte. Hubo demandas. Cada cierto tiempo, algunas personas como yo tocamos las puertas de los medios para recordar el fatal 11 de octubre y buscamos justicia, pero el tiempo pasa y como está ocurriendo con el equipo, no se ven resultados de la investigación”, concluye Orlando.

Credito
EL NUEVO DÍA

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