Compartir tiempo en familia es, quizá, una de las tradiciones que más se han ido perdiendo en los hogares, y aunque muchos padres e hijos quisieran que fueran más constantes los encuentros, las obligaciones laborales hacen que las horas libres sean más reducidas.
A pesar de esto, muchas familias tienen como costumbre compartir juntas las horas de las comidas, pues este es un espacio en el que se logra, a través de la comunicación, fortalecer los valores, la disciplina y la educación en sus hijos.
Nadie ha dicho que ser padre es una labor fácil: es, tal vez, de las más complejas, no tiene horario ni jubilación. Se vive en una constante preocupación de que alguno de sus hijos sea víctima de adicciones de alcohol, cigarrillo, drogas o malos círculos sociales.
Es importante que se sostenga una interacción y se aproveche la hora de la comida para relacionarse y conocer cada detalle de la vida de su familia.
Estudios lo comprueban
Un estudio de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, confirmó que las comidas en familia son importantes para disminuir la posibilidad de consumo de alcohol y drogas.
La investigación indica que una de las mayores preocupaciones de cualquier padre de familia está relacionada con la posibilidad de que alguno de sus hijos sea víctima de una adicción. Y es que según datos del Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Hogares de la Dirección Nacional de Estupefacientes y la ONU, en Colombia más del 12 por ciento de las personas tiene consumo problemático de alcohol, dos por ciento depende de las drogas ilícitas y más del nueve por ciento ha probado drogas alguna vez en su vida, lo que demuestra el riesgo latente al que se enfrentan los jóvenes.
Aunque esto no es para alarmarse, de acuerdo con estudios revelados por el Centro Nacional sobre Adicciones y Abuso de Drogas, se puede reducir el riesgo de que los hijos adolescentes caigan en vicios con una sencilla acción: aumentar el número de ocasiones que se come en familia.
Según el estudio, hay cuatro veces más probabilidades de que aquellos adolescentes que no tienen comidas frecuentes en familia (menos de tres veces a la semana) comparados con los que sí tienen comidas frecuentes con sus familias (entre cinco y siete veces a la semana), hayan fumado tabaco; así mismo, existen más del doble de probabilidades que hayan consumido alcohol o que pudieran usar marihuana.
Con esto se demuestra que la magia que sucede en las comidas familiares no son en sí los alimentos sobre la mesa, sino las conversaciones y la participación de la familia alrededor de esa mesa.
Estudios han demostrado que los hijos que pasan mayor tiempo con sus padres son menos propensos a adicciones, y tienen menos acceso a ellas porque comparten más con su familia.
Credito
LUISA FERNANDA RUIZ
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