Ahora si queremos emigrar de Comcel a Movistar o a Avantel o, de estas tres, a Uff o Tigo, o de estas dos últimas a cualquiera de las anteriores, nos llevamos todos los 10 números. Para dilucidar el sancocho numérico que queda, cuando marquemos a un celular, antes que nos contesten, obligatoriamente una grabación indicará con cual operador nos estamos comunicando.
De esta manera, tendremos oportunidad de continuar el telefonazo o suspenderlo sin que se nos haga cobro alguno. Al pedirse el traslado no pueden poner trabas cuando la última factura está pendiente; lo tienen que realizar en máximo cinco dÃas hábiles; el costo no puede ser superior a tres mil quinientos pesos; tienen que abrir bandas en teléfonos compatibles y no pueden solicitar cartas, paz y salvos o certificados de ninguna especie.
Sin embargo, el cambio se puede negar cuando el usuario no es el propietario, cuando la lÃnea tiene deudas atrasadas, está suspendida por falta de pago, está desactivada por fraude o cuando está reportada como extraviada o robada. Igualmente, el usuario trasteador está sujeto a cumplir las benditas cláusulas de permanencia de un año que todas las empresas endilgan cuando se solicita el servicio o cuando se hace reposición del aparato. Si de todas maneras se desea cambiar operador, no hay de otra que pagar la multa estipulada en el contrato.
La nueva ley que fue presentada por el senador Simón Gaviria pone en regla la comercialización de celulares que estaba salida de madre. Igualmente, pondrá freno al alto Ãndice de robos del ya infaltable adminÃculo que, al tiempo, también generaba un alto Ãndice de criminalidad.
Tanto que por esta causa en 2010 hubo 490 personas asesinadas. Y, además de amparar a nos consumidores nos beneficia porque, me imagino, que para agarrar más usuarios por medio de tentadoras ofertas y, naturalmente, esperamos, buen servicio, la lucha competitiva librada entre todos los operadores va a ser a muerte.
Claro, yo quedarÃa aún más contenta si se presentara otra nueva legislación celulÃtica, que se basara en prohibir que esas voces robóticas recitadoras de fastidiosos textos aprendidos de memoria que sin respetar horarios, llaman entre semana, en dÃas de descanso, de dÃa, noche o madrugada, dizque a los clientes con excelente manejo y buen comportamiento de pago, para incomodarnos y ni siguiera hacer una buena oferta, sino para ofrecer ridÃculos planes sin ningún incentivo que valga la pena.
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