Autonomía Vs Gregarismo tolimense

Alberto Bejarano Ávila

La constitución nacional en su artículo primero señala que “Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista…”;
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¿Así es la Colombia real o, pese al tesón por el cambio, Colombia sigue siendo Estado centralista, atrasado, clientelista, desigual y con partidos arcaicos y autocráticos? La constitución del 91 fue progresista, pero no ahondó el asunto de las autonomías regionales y, por ello, la rapiña clientelista del frente nacional indujo un paralizante gregarismo (“seguimiento servil a ideas o iniciativas ajenas”) en casi todas las regiones, incluido el Tolima, donde la tesis autonómica es anodina, porque hasta el progresismo sucumbió ante la “política egocéntrica, clientelar y centralista” por no entender que es inmoral proponer el cambio, haciendo lo mismo que se tiene que cambiar.

Una comunidad autónoma goza de autonomía política para adoptar decisiones que afecten su territorio y para ello “legislan, gobiernan y gestionan sus propios recursos”, ejemplo sería España, con 17 comunidades autónomas que poseen su propia constitución y un gobierno autónomo. Sería fácil pensar al Tolima como región autónoma, pues su extensión territorial, 23.512 km2, supera la de 96 países y muchas regiones del mundo. Países con territorialidad cercana a la del Tolima serían Israel, 20.770 km2; Eslovenia, 20.773 km2 y, en mayor o menor grado, veamos la extensión de algunos estados modernos: Bélgica, 32.000 km2; Singapur, 707.5 Km2; Taiwán, 35.000 km2; Luxemburgo, 2.500 km2; Suiza, 41.000 km2. La alusión casual de la extensión territorial de algunos estados (hay naciones sin estado o “grupos étnicos que no tienen estado soberano propio”) intenta sustentar que el desarrollo no está propiamente asociado al área territorial, pues en áreas inferiores a la del Tolima, y con menos recursos naturales y estratégicos, existen niveles superiores de modernidad y calidad de vida.

La diferencia fundacional y de sostenibilidad del progreso de los estados o regiones exitosas con regiones atrasadas y decadentes, radica en que los primeros tuvieron la suerte de haber sido ideados por estadistas visionarios, soberanistas, imbuidos de conciencia histórica y con espíritu autogestionario y los segundos tuvieron el infortunio de tener dirigentes ahistòricos que, para cumplir un patético rol personalista y caudillista, aceptan depender o ser gregarios de poderes ajenos a su terruño y con intereses opuestos a los de sus paisanos. Así visto, hoy la guía de principios y normas para la gestión del Tolima no es la Constitución política del 91 sino el “modelo” depredador y centralista del Frente Nacional que logró pervertir la política. 

En 1988 en el Tolima elegimos alcaldes y en 1991, recién aprobada la Constitución, elegimos al primer gobernador, el Dr. Lozano (no recuerdo su entronque político), pero verdad es que esa naciente democracia fue cooptada por gamonalatos que hicieron involucionar al Tolima y por ello, así la eventual constituyente rehaga la autonomía, esta será inútil porque no surge de la conciencia política, que tampoco surgirá mientras el progresismo siga siendo regresivo.  

 

Alberto Bejarano Ávila

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