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Veamos algunas oportunidades, iniciativas y beneficios conexos que aportaría la “olimpiada regional: Amplio conocimiento de cada uno de los municipio tolimense y de la región como totalidad, por deportistas, aficionados y sociedad en general; encuentro o reencuentro de la juventud tolimense en escenarios de fraterna emulación; “implosión” de riqueza semiótica (alegorías, distintivos, consignas) que exaltaría la identidad o sentido de pertenencia en cada municipio en el contexto regional; construcción metódica de infraestructura deportiva en el Tolima, no solo en Ibagué, pues la descentralización del país tiene que iniciar en la región, si en verdad es un propósito a lograr y no una mera muletilla teórica usada por oportunistas y populistas.
Aparición de necesidades, demanda de productos, iniciativas y empresas y, con ello, empleo que se ocuparía del diseño, producción, mercadeo y gestión todo lo referente a la economía asociada al deporte o mercados internos y externos; confluencia de nuevas oportunidades, profesiones y ocupaciones en diversas disciplinas deportivas y en labores conexas (técnicos, (entrenadores, monitores, dirigentes, logística, diseño, construcción, medios especializados, hotelería, montañismo, senderismo, agroturismo, ecoturismo); observación o seguimiento mediático focalizado a los progresos en la construcción de escenarios, la gestión del deporte regional y las estrategias, programas y apoyo continuado para que surjan deportistas de alto rendimiento y para su alistamiento hacia torneos nacionales, latinoamericanos y mundiales.
Quienes ejercen como estrategas del desarrollo regional seguramente desecharán nuestras tesis que ciertamente se desmarcan de los enfoques de común aceptación porque nacen de la convicción de que la finalidad del auténtico desarrollo es antropocéntrica y que, por tanto, sus principios esenciales son orgánicos, o igual, que la construcción del futuro tolimense no procede solamente de la inversión y la rentabilidad, sino que debe ser concebida como una simbiosis de realización personal, familiar y social, encuadrada en una perspectiva histórica, sistémica y sinérgica, pues el clima favorable para el auténtico desarrollo emerge del espíritu solidario que impone el deber de construir una pujante economía social y, bajo esta premisa sociológica del desarrollo, la práctica masiva y calificada del deporte es estrategia relevante.
El antropocentrismo difiere del ahistórico y ortodoxo pragmatismo que hace creer (al fin y al cabo, es cultura reinante) que solo la “exitosa gestión económica” genera beneficio social (empleo, ayudas) y que por ello el progreso es asunto de inversión, mercado y utilidad, tesis que suele alegarse para dar cariz ético a la codicia. Quien se cree político porque politiquea, dirá que ideologizo el deporte, pues él ignora que la política motora del desarrollo auténtico se funda en la identidad y la cohesión social, valores que justamente el deporte enaltece.
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