Precisiones

Alberto Bejarano Ávila

En un pequeño grupo de reflexión que con indisciplinada frecuencia dedica algún tiempo al examen de la cotidianidad tolimense, mi anterior artículo, “La Grande, La Histórica”, originó animada charla y por sugerencia me comprometí a precisar y ampliar enfoques allí emitidos.
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Inicio diciendo que, generalizo, casi  todos deseamos el progreso del Tolima, y digo casi todos porque ese deseo choca contra una politiquería de naturaleza egocéntrica o narcisista que desemboca en corrupción y torpeza en la gestión pública y ello porque, generalizo también, casi todos aceptamos la forma como se conduce la vida del Tolima desde hace más de cuatro décadas, es decir, el anhelo es futurista y progresista, pero la naturaleza política utilizada es inercial e ilegítima y, por ello, el resultado obtenido siempre ha sido atraso y no progreso.

Si bien los niveles de progreso, modernidad y calidad de vida que ofrecen muchas regiones y países prósperos del mundo aun no las hemos recogido como referentes para concebir el estadio superior de progreso en el que queremos viva nuestra descendencia, pienso que tal omisión es superable. Lo difícil de impedir es que líderes carismáticos, talentosos y honestos que aparecen de vez en cuando, sean embrujados por el nefasto politiqueo inercial que, con halagos, inocula mesianismo a esos buenos líderes para que así, en lugar de que representen la diferencia, caigan en la impostura politiquera que convierte al egocentrismo en nutriente de actores incapaces de cumplir el rol histórico de liderar la agenda política antropocéntrica, futurista y endógena, enmarcada en los 24 kilómetros del territorio, que lograría el bienestar moral, económico y ecosistémico de más de tres millones de tolimenses y su descendencia.

Así entonces, a diferencia de lo que puede pensar el líder digno e idóneo, pero inoculado de mesianismo, el asunto no consiste en derrotar electoralmente al gamonal de turno, consiste en construir otro modelo político basado en la democracia regionalista (tolimensista) capaz de eliminar el atávico gamonalismo y de idear y construir, a manos compartidas, un proyecto de futuro digno para todos los tolimenses, objetivo superior que, lo reitero, comenzaría con el reencuentro de toda la sociedad tolimenses, la presente y la diáspora, una caracterización de sus recursos naturales y potencialidades y una agenda de cambio afirmada en estrategias (pactadas en proceso participativo) de orden social, cultural científico, económico y político para convertir al Tolima en región de dueños, democrática, moderna y próspera, 

Tedioso e inútil es el reformismo que propone el politiqueo con el fin de cortejar votos y no de cambiar realidades, tibieza mórbida que solo pueden romper aquellos líderes talentosos, carismáticos y honestos que surgen de vez en cuando, si logran desmarcarse del partidismo caudillista y politiquero y aceptan la conveniencia de crear una dinámica política propia para lograr el progreso tolimense, o igual crear, un colectivo o partido tolimensista que convoque a un proceso sinérgico e histórico que libere al Tolima de tanta marrullera mediocridad. Èsta es la única vía para transformar al Tolima y, de no entenderse, “entonces apague y vámonos”.

 

Alberto Bejarano Ávila

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