Partido unitario o país de regiones

Alberto Bejarano Ávila

En Colombia el gobierno del cambio debe pervivir por muchas décadas, pues, así como por muchas décadas el excluyente poder plutocrático, valido de la política centralista y perversa, amalgamó la desigualdad social más oprobiosa del mundo, el abandono de las regiones y el atraso en general, nadie esperará que en cuatro años esa inicua tendencia se revierta y surja un país con equidad social e inclusión económica.
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No es un cuatrienio, es la era del cambio la que inició hace dos años y, por ello, hoy hablan del partido unitario (Colombia Humana y Pacto Histórico) para encarar venideras elecciones presidenciales, legislativas y regionales, ente que de buena fe también sería centralista, razón por la cual planteo una tesis sustitutiva del partido unitario, sabiendo que es improbable que las ideas disruptivas sean escuchadas en las altas esferas del gobierno del cambio, cuando ni siquiera se escuchan en el Tolima.

Por influencia mediática y falta de criticidad, algunos creen que en Colombia existen muchos partidos políticos, tesis sinuosa y en mi opinión basada en el paralelismo del talante feudal del terrateniente y la mentalidad del “politeniente”, pues así como el primero codicia que toda la tierra sea de su exclusiva propiedad, el segundo ambiciona que todo espacio político-electoral sea su propiedad personal, entonces, ni unos ni otros, que en el país suelen ser los mismos, reconocerán la justicia social y la democracia y en las personas solo verán siervos y clientela controlable con fustas y mentiras. Esa lógica dominante es centralista y opuesta a que surja un país de regiones históricas, diversas y políticamente emancipadas, como pilares del Estado Social de Derecho y también opuesta a que en las regiones avance una economía popular (incluyente o regiones de dueños) que acrisole la democracia política, pues con esa vieja y sucia politiquería es como titiritean sueños y voluntades y escamotean los erarios.

En el Tolima, como las demás regiones, no habrá política genuina, decente y transformadora mientras no exista simbiosis de identidad territorial, correcto pensamiento socioeconómico del desarrollo regional (consistente visión del futuro), proyecto estratégico para construirlo, estructura político-electoral que empodere a la región, líderes o actores políticos orgánicos, democráticos, coequiperos y capaces de orientar el proceso del cambio. Hoy esos partidos anacrónicos tienen dueños (“politenientes”), carecen de ideas renovadoras y de democracia y, con avales, en las regiones insuflan miríadas de politiqueros, mediocres y narcisistas, cuyo interés no es coliderar el progreso territorial sino medrar en lo público para beneficio propio.

El quid no es la demasía de partidos políticos, sino que esos partidos no sirvan los intereses regionales. Por tal razón, y en vez del Partido Unitario, sugiero crear 32 partidos progresistas regionales, cuya misión sea transformar cada región para que emerja el país de regiones (así sabríamos de qué está hecho el progresismo tolimense) y sugiero instituir la Confederación Unitaria Progresista, con un espíritu globalizador que nacería del desarrollo socioeconómico de cada región y no del partidismo mañoso, mediocre, gamonalesco y centralista.

Alberto Bejarano Ávila

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