Impunidad ideológica

Andrés Forero

Recientes controversias públicas me han llevado a preguntarme si la impunidad como mal que corroe los cimientos de la nación es también un asunto ideológico.
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Pareciera que un delito es más o menos delito dependiendo de la mirada o la tendencia política desde donde se le mire.

Uno diría que el delito en su naturaleza es delito por más disfraces que se le quieran poner, pero si es necesario sopesar la gravedad de unos y otros, no en vano así lo considera la justicia a la hora de tomar decisiones.

Y aunque no es mi propósito aquí defender con complicidad alguna las conductas ilícitas y por demás juzgadas de altos servidores del Estado que han transgredido el mandato de la Constitución y la Ley, como en el caso del ex ministro Andrés Felipe Arias, me resulta curioso el hecho de que se activan numerosas cajas de resonancia ante el anuncio de su participación en un foro sobre perspectivas del campo colombiano, como queriendo influir sobre las autoridades que ejercen el control penitenciario, pero cuando se trata de otros casos, no menos graves, que involucran a otros actores prefieren mirar hacia otro lado lo justifican en nombre de la paz.

¿Acaso ser confeso autor de masacres, violaciones, torturas, reclutamiento de menores de edad, homicidios, secuestros es menos grave que apropiarse del erario público?

¿Por qué a versados columnistas y líderes de opinión de este país, no les incomoda ver a los perpetradores de estas atrocidades hablando de moral y ética en lo público desde el salón elíptico, de historia del país frente a los jóvenes o incluso de Derechos Humanos sin un castigo que por lo menos reivindique el derecho de las víctimas, pero amplifican la anunciada disertación de Arias como el resquebrajamiento del velo de la justicia efectiva?

Entonces mi pensamiento retorna a las primeras líneas de esta columna. ¿Se instrumentaliza acaso el delito como arma ideológica para hacer ver que la impunidad es de derecha o de izquierda?

¿Metemos en un refrigerador la impunidad que lesiona el discurso de ciertos sectores y avivamos el fuego de aquella que perturba al contrario?

La realidad es una sola: la impunidad resulta ser un mal generalizado y existen casos emblemáticos que involucran tanto a unos como a otros.

Claro que sorprende la frialdad con que se burla la justicia, desde luego en una sociedad con reales valores democráticos ninguna conducta que constituya un desafío a las instituciones del poder del Estado y su ejercicio deberían ser permisibles,  vengan de donde vengan

Entonces nos encontramos con otra desafortunada realidad, escasean los  juzgadores objetivos, y a mayor nivel de jerarquía más influenciables resultan, más permeables políticamente, en últimas muchos dependen de políticos para alcanzar la que resulta ser la cúspide de sus brillantes carreras.

A tal punto hemos llegado que parecieran existir dos Estados paralelos, uno con una justicia donde los de la derecha tienen capacidad de acción y otra donde los de izquierda lavan sus penas como quien pasa por un confesionario.

Así, si pretendemos moralizar este país hay que moralizarlo en sus justas proporciones. No culpando al vecino y validando las culpas propias.

Si nos vamos a sorprender, si nos vamos a escandalizar que sea de todo aquello que se sale de los parámetros de la ley, pero no seamos justicieros selectivos.

En últimas, como lo profesa la sabiduría popular, la que está lejos de las élites influyentes, la justicia más efectiva en Colombia, la que se aplica de manera implacable y vertical es solo para los de ruana.

ANDRÉS FORERO

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