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Conmemorar esas fechas revive la conexión del Tolima con dos hechos de gran significación histórica en el siglo XX: la revolución en marcha y el Frente Nacional. La revolución en marcha le apostó a la democracia mayoritaria y al gobierno de partido con vigencia del esquema gobierno-oposición. López y Santos se complementaron de manera que las instituciones liberales y los avances hacia el Estado de bienestar que Europa venía construyendo desde Weimar, tuvieran buen recibo en Colombia. Pero en la otra orilla, Laureano Gómez condenaba cualquier reforma a la herencia de la hegemonía conservadora y reclamaba atender los sonidos políticos ibéricos de Salazar y de Franco.
El país ya se enrutaba por su vocación civil, pero los fascismos y los comunismos contagiaban la rabia social y sobreideologizaban el horizonte político. En medio de consignas como la lucha de clases y provocaciones como la de qué es más importante, la victoria o la paz, se generó una violencia creciente desde 1947. A pesar del resultado electoral del año anterior, los conservadores creyeron que habían ganado todo y los liberales, que no habían perdido nada. La violencia rompió familias, destruyó pueblos y pervirtió la vida social. López no dudó en proponer el avenimiento partidista, casi que a cualquier precio. Tejieron esa política, con éxito y en franco diálogo, Alberto Lleras y Laureano Gómez.
Ese fue el origen del Frente Nacional, aprobado en el plebiscito del 1 de diciembre de 1957, con la más alta votación que, proporcionalmente, conoce la historia de Colombia. No se equivoca Alfonso Gómez Méndez cuya agudeza analítica sugiere que aquel plebiscito aprobó, por primera vez, una “paz total”, con todos los riesgos que tal idea implica en términos de olvido e impunidad, y con todas sus ventajas en materia de desarme y reconciliación.
El próximo jueves, en la Academia Colombiana de Jurisprudencia, tendrá lugar un foro para conmemorar los 65 años del plebiscito de la paz. Supuso una política de Estado -no simplemente de gobierno- un ejercicio de consenso democrático, un compromiso político. La Academia de Jurisprudencia va a refrescar los ecos y a estudiar las lecciones de aquel histórico plebiscito que fue capaz de comprometer a todo el país en un propósito común.
El Frente Nacional, como resultado del plebiscito, movilizó a dirigentes, gobernantes y ciudadanos en torno a un auténtico pacto social. Logró movilizar a la gente y despertó su voluntad política. Del monólogo, que validaba el acuerdo entre copartidarios, se pasó al diálogo que validaba la conversación con los otros. Ese fue un cambio inmenso porque convirtió al enemigo odiado en adversario cordial. A veces en socio para algunas cosas, sin perjuicio de seguir siendo adversario en otras. Fue una empresa gigantesca, pero nobilísima. El maestro Darío Echandía la definió con la claridad inmensa que subyacía tras todos sus juicios: “La lucha contra la violencia no es solo una empresa militar o policiva; es una tarea de regeneración social”.
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