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¿Se siente usted en condiciones de hacer prevención relacionada con las sustancias psicoactivas en su entorno más inmediato, es decir, en su casa, en el barrio, sitio de trabajo, lugar de estudio, etcétera?
Lo pregunto porque creo definitivamente que se habla mucho del tema pero a la final no se sabe muy bien cómo abordarlo. Me he topado con personas y con grupos que quieren hacerlo pero la mirada moralista, sancionatoria y asistencial no les ha funcionado, mucho menos la permisiva.
Lo que uno ve son cartillas por doquier, plegables, charlas que van y vienen y unas dizque campañas que son registradas por los medios de información, anunciadas a través de comerciales y promocionadas en espacios diversos. Estoy seguro que se gasta más recursos en la promoción de una campaña que en la asertividad de su mensaje porque las campañas de prevención se convirtieron en plataformas de reconocimiento de la imagen empresarial, por eso tanta pompa, tanta espectacularidad y tanta campaña nueva, porque la moda ahora son las causas sociales para poder vender.
No estamos educados para hacer prevención pero nos han vendido el cuento a punta de imagen y dramatismo, lo peor de todo es que ingenuamente queremos reproducirlo. ¡Qué despilfarro de dinero y qué arremolinamiento de estos procesos tan desmotivador! Uno no ve que las cosas mejoren: cada día hay drogas nuevas, más farmacodependientes, más jóvenes cada vez y eso sí, más campañas.
Distinto de muchos, veo detrás del término “Prevención” toda una posición honorable frente a la vida: cuidar al otro, ser sensato, tener conciencia, es algo incluso espiritual porque me conecta con el bien común, con la idea de futuro, de solidaridad, etcétera, y creo entonces que no comprendemos el sentido del concepto justamente porque nos lo han hecho ver como una tarea, no como una convicción y resulta que hacer prevención corresponde con todo un ideal de sociedad que debería inculcársenos desde la casa, el colegio, la universidad, el trabajo y por supuesto, los medios masivos y no masivos.
Al contrario, todo es convertido en datos, en información que tiene que ver con “qué hacer” más que con el “por qué” o el “para qué hacer”; por lo que todo queda traducido en un procedimiento, cosa que nada tiene relación con la complejidad de lo humano.
Entonces los mensajes son construidos sobre la base de datos, mera información cruda, sin alma, que no llega al receptor porque habla de cosas en las que los públicos no se reconocen y entonces se crea una distancia enorme entre la necesidad y la solución.
Debemos educarnos para la prevención porque no hay construido un pensamiento en torno al otro como realización y como proyección personal, en torno al uso de la libertad y en torno al concepto de dignidad humana, y por eso nos cuesta tanto representarnos en este ideal. Si la reflexión girara en torno al “por qué” o al “para qué”, directamente nos toparíamos con estos conceptos y maduraríamos en las posturas frente al tema de las drogas. Cuántas campañas hemos visto que se relacionan con los primeros auxilios, con donar sangre, donar órganos o donar tiempo a favor de una causa social, entre muchos otros ejemplos, y siempre es lo mismo, ¡uno siente que la cosa no avanza, mucho menos que cambia!
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