Diversos personajes de la esfera política mundial se han pronunciado recientemente –y con frecuencia- sobre la fallida y mal planteada lucha antidrogas que por cerca de 20 años consumió las expectativas del mundo en la búsqueda de soluciones radicales.
El prohibicionismo ha sido el oscurantismo en esta materia que ha tenido cubierta la realidad con un velo falaz promovido por las políticas antidrogas con la consigna “un mundo libre de drogas”, y a juzgar por los resultados hasta el momento, puede decirse que el prohibicionismo ha resultado mucho peor que la enfermedad que pretendía tratar.
Una de tantas expresiones de inconformidad se recibió hace poco en la opinión pública de parte de un grupo de investigación integrado por académicos de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos) y científicos de la reconocida revista americana “The Lancet”, quienes publicaron un informe con 11 recomendaciones para cambiar el punto de vista sobre la lucha contra las drogas en el mundo.
Los investigadores argumentaron que la prohibición ha generado múltiples problemas sociales, entre ellos, los cambios drásticos en la expectativa de vida de las sociedades: en México, por ejemplo, las redes asociadas al negocio de la droga incrementaron el número de homicidios en el país y esto llevó a que la expectativa de vida disminuyera dramáticamente desde el año 2006.
Adicionalmente, las políticas sobre drogas han manejado conceptos sobre el uso y dependencia de sustancias psicoactivas que no necesariamente han tenido bases científicas sólidas y que por lo tanto han desorientado a la opinión pública y han terminado como maquilas de ideologías de poder:
Según la investigación, tan sólo el 11% de las personas que experimentaron con drogas en el último año resultaron con problemas de dependencia o trastornos asociados a drogas, razón por la cual –expresaron los investigadores- no habría por qué satanizar el consumo de drogas.
Plantearon entonces algunas recomendaciones para cambiar el punto de vista sobre las drogas en el mundo, entre ellas, fortalecer las campañas de reducción del daño (programas gratuitos de jeringuillas para los adictos a drogas duras evitando así el contagio de enfermedades como VIH, Hepatitis o tuberculosis); mayor investigación académica para evitar las influencias ideológicas en los programas de intervención; despenalizar los delitos menores no violentos incluido el uso, posesión y venta de droga a pequeña escala, así como reducir la violencia y la discriminación en el ámbito policial, orientando la actuación policiva hacia los criminales más violentos (cabe decir al respecto que en el área de Estados Unidos hay mayor relación de personas de raza negra e inmigrantes que ingresan a la cárcel por posesión y consumo, que personas de raza blanca).
Otra recomendación fue robustecer las alternativas de salud y procesos sociales en vez de políticas de choque a través de la persecución y la fuerza; y finalmente, utilizar mejores indicadores de salud, de desarrollo y derechos humanos a la hora de evaluar las políticas contra las drogas.
El punto de vista de los investigadores es claro: las drogas han estado y estarán siempre con el ser humano y eso no tiene discusión. Pretender acabar con ellas es tan inverosímil como lo es pensar en “Colombia un territorio libre de drogas”. Así es que lo mejor es promover la investigación, la discusión y la educación en el tema para avanzar en los abordajes.
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