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De hecho, con algunas variantes, numerosas consultas, encuestas y estudios los señalan: la pobreza, el desempleo, la corrupción, la impunidad, la inseguridad, la violencia, el narcoterrorismo, la depredación del medio ambiente, la precaria cobertura y mala calidad de servicios como la salud, educación, justicia, vías, y otros cuantos. El orden puede variar, pero en general allí están los problemas que agobian a la población.
Entonces, los candidatos seleccionan aquellos que consideran prioritarios y les interesa abordar, por afinidad o porque les atrae más simpatizantes. Así estaría resuelto el qué de su motivación para llegar al cargo. Pero si se queda allí, no se diferenciará en nada de tantos otros que ofrecerán lo mismo, por ejemplo: combatir la corrupción, la impunidad o el desempleo, que pueden ser enunciados para su publicidad. Pero lo que sigue es lo más importante: ¿Cuál es su propuesta y la estrategia para resolverlos? esto es, el Cómo. Es allí donde falla la mayoría y cuando son confrontados plantean ideas vagas, soluciones obvias o inviables, o intentan distraer la atención señalando culpables o insultando a sus contrincantes. Así, evaden lo más importante.
El llamado a los aspirantes es para que elaboren sobre el Cómo, y ojalá que no lo hagan en forma tan ramplona como el candidato a Cámara por Bogotá que para combatir la inseguridad propone: “Sí al porte legal de armas” para un Bogotá sin miedo; que constituye un penoso ejemplo del simplismo con que algunos entienden problemas tan complejos como la inseguridad que abruma a una ciudad o al país, y la irresponsabilidad de sus propuestas. Otros prometen combatir el hambre y la pobreza ofreciendo una porción de salario para cada familia, sin precisar la fuente de recursos. Otros prometerán combatir la violencia contra la mujer proponiendo leyes que prolonguen los años de cárcel para los victimarios... sin contar con que ello pasa, entre otras cosas, por una reforma a la justicia y la solución al hacinamiento en las cárceles.
En términos generales, la gran mayoría propone presentar leyes, porque comparte el imaginario -o el fetiche- de que cada problema se resuelve con una ley, ignorando que es enorme el cúmulo de leyes que no se cumplen y también que, como lo señaló un columnista de este diario (Juan Manuel Ramírez, 30-01-2022, Pg.A6) “Tan grave es la situación, que la firma consultora Sumar concluye que en los seis meses transcurridos de la actual legislatura se han radicado 1.800 proyectos de ley de los cuales el 20% pasa el primer debate en su respectiva comisión; de ese total el 3% pasa a segundo debate y de ese último valor, otro 3% llega a tercer debate.
Al final, menos del 0.01% de los proyectos tramitados se aprueban, lo que en términos empresariales resulta en un índice alarmante de ineficiencia”. También habrá candidatos que plantean una nueva reforma a la Constitución, desconociendo que (a marzo de 2021) van 56 modificaciones desde su proclamación en 1991, sin que se perciba un impacto contundente sobre la calidad de vida de los colombianos.
El tiempo apremia y continuamos a la espera de que los aspirantes precisen cómo abordarán los problemas que enuncian y cuáles las estrategias que proponen. A su vez, la ciudadanía tiene la tarea irrenunciable de hacer seguimiento riguroso a su cumplimiento; sobre ello trataremos en próxima ocasión.
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