Cuidar nuestro entorno, una responsabilidad compartida

Carmen Inés Cruz Betancourt

Algunos de los aspectos que más impresionan a quienes residen o visitan una ciudad o cualquier entorno, son el aseo de su espacio público, el estado de sus parques, zonas verdes y de su mobiliario urbano en diversos escenarios, además del estado de sus vías, andenes y fachadas, así como el orden con que funciona el tráfico. Unos y otros son aspectos de enorme visibilidad que delatan el carácter de sus habitantes, su sentido de pertenencia y la calidad de sus gobernantes.
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Es así como se escuchan frecuentes expresiones de admiración de quienes visitan pueblos y ciudades del Eje Cafetero, Antioquia y Boyacá, que constituyen valiosos referentes, no solo por la belleza natural del entorno sino por el cuidado especial sobre los aspectos mencionados, y ello les lleva a regresar y a recomendar a otros que se den la oportunidad de visitarlos.

En esta época que conmemoramos el ´Día de Orgullo Tolimense´ sería bueno que pudiéramos decir que ese sentimiento lo expresamos no solo en discursos, desfiles y festejos durante uno o dos días, sino cuidando de este terruño que nos vio nacer o crecer. Infortunadamente no sucede así y lo cierto es que, por ejemplo, en nuestra Ciudad Musical, la basura se desborda en casi cualquier espacio público y el amoblamiento urbano, los parques y zonas verdes (que consideramos insuficientes)  reflejan el maltrato de los usuarios y un precario mantenimiento. Fácil es echarle la culpa a las administraciones municipales y a las empresas responsables de aquellas tareas, y no hay duda, ellas tienen una gran responsabilidad y mucho más deberían hacer para resolver dichas fallas y asegurar que cumplen con rigor los servicios contratados. Pero la tarea no es solo de ellas, también lo es de la ciudadanía, que si fuera más responsable y solidaria haría más fácil y eficiente el trabajo de los otros, y así contribuiría  al cuidado y mantenimiento del espacio público, y más recursos podrían aplicar, no para reponer lo que otros destruyen, sino para mejorar y ampliar la oferta de esos elementos y servicios.

Parece que no se tiene claro que todo aquello contribuye al bienestar de la comunidad, a preservar la salud física y mental, a estimular la convivencia armónica, y hasta la economía puede mejorar porque un escenario bien cuidado estimula el interés para asumir emprendimientos que pueden generar empleo y riqueza, en tanto que espacios donde predominan el desorden, el desaseo, el irrespeto y la inseguridad, antes que atraer, repelen. Si la basura se saca en las condiciones y momentos indicados, si cuidamos del mobiliario, si pasean las mascotas cumpliendo con el protocolo mínimo, si el espacio público se utiliza como es debido, si nos respetamos y cuidamos entre sí y antes que agresividad expresamos gentileza, tendríamos un entorno más amable, uno que atrae a otros y no uno que expulsa a sus residentes porque les intimida, abruma y deprime.

En suma, la tarea de cuidar y hacer amable nuestro entorno es conjunta, de la administración pública y de la ciudadanía, y todos sabemos que es en la familia y en la escuela donde se siembran estos valores y se arraigan aquellos comportamientos, que deben fortalecerse con el apoyo de los medios de comunicación y el ejemplo de los mayores, de las autoridades y de la dirigencia de todos los ámbitos y niveles. Solo si actuamos de ese modo podremos afirmar que aportamos al desarrollo de nuestro terruño y sentims orgullo de ser tolimenses.

 

¡Hagamos región y apoyemos lo nuestro! 

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CARMEN INÉS CRUZ

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