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Posiblemente uno de los aspectos que más impacta la retina de un visitante cuando recorre una ciudad o poblado es el orden en la movilidad, el estado de sus calles y andenes, el aseo, la condición en que se encuentran sus parques, plazas, el amoblamiento urbano, las fachadas de casas y otras edificaciones y, por supuesto, la seguridad. Es así como se escuchan con frecuencia expresiones de admiración de quienes visitan pueblos del Eje Cafetero, Antioquia o Boyacá, en muchos de los cuales aquellos aspectos son atendidos en forma cuidadosa y la impresión que dejan es tan grata que invita a regresar.
Lamentablemente eso no sucede en Ibagué, ni en los poblados vecinos; por el contrario, en algo tan revelador del carácter de una comunidad como es el aseo de su entorno, con dolor debemos reconocer que aquí la basura abunda en muchas de sus calles, parques y zonas verdes. Y el estado de escenarios destinados a actividades artísticas como la concha acústica es deplorable, igual que el de importantes escenarios deportivos, en mala hora demolidos con la promesa incumplida de construir unos mejores.
Se suma el precario mantenimiento a la mayoría de los parques y la invasión de vías principales por vendedores ambulantes; también los severos problemas de movilidad, la creciente pobreza, la inseguridad, la politiquería y la corrupción que nos abruma. Y qué decir del enorme desempleo que por varios años ubica a la ciudad en los primeros puestos a nivel nacional, con impactos especialmente graves para los jóvenes y las mujeres.
Bajo esas condiciones es válido reconocer que la ciudad muestra un severo deterioro y hoy no se puede afirmar que es “un buen vividero” como se solía decir. Ahora bien, superar los problemas que nos aquejan es posible, si la ciudadanía asume el compromiso, porque Ibagué cuenta con un gran potencial para ofrecer una buena calidad de vida a sus residentes, puesto que, como se repite en forma insistente, dispone de enormes ventajas para optimizar y recursos para desarrollar que, por conocidos no hace falta reiterar aquí. Lo que sí nos ha faltado es reconocer que Ibagué debe estar por encima de cualquier bandera partidista, porque los problemas que enfrentamos se profundizan cada día y de muchas maneras nos afectan a todos, independiente de banderas políticas, credos religiosos o ubicación socio-económica.
Algunos son problemas del orden nacional o internacional que nos desbordan, otros tienen que ver con malas decisiones nuestras a la hora de elegir gobernantes y otros se relacionan con la falta de cultura ciudadana, de sentido de pertenencia y de entender que nos autoflagelamos cuando actuamos en contra de la naturaleza y desaprovechamos las oportunidades existentes.
Resulta imperativo, entonces, sumar esfuerzos y actuar en colectivo en busca de salidas que no se queden en buenos deseos o en discursos de campaña y permitan generar oportunidades para todos. Sí, buena parte de la solución a muchos de nuestros múltiples problemas demanda formar cultura ciudadana y fortalecer el sentido de pertenencia y responsabilidad en la construcción de un futuro mejor. Exige además, que manteniendo las diferencias insalvables, logremos unirnos por Ibagué y elegir los mejores gobernantes posibles, y qué bueno que el próximo 29 de octubre tendremos esa gran oportunidad, que no podemos desaprovechar. Y qué bueno también, que este mensaje transcienda a todo el departamento y a otros rincones del país donde padecen problemas similares.
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