Un buen regalo navideño, al alcance de todos

Carmen Inés Cruz Betancourt

Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo, es una expresión que repetimos muchas veces por esta época del año. Un mensaje gentil que responde más a un ritual de cuyo contenido no se tiene mayor conciencia. Muy bien que se tenga esa gentileza pero mucho mejor si tomamos un poco de tiempo para reflexionar cuánto podría hacer cada persona para lograr que ese deseo se cumpla, al menos en una pequeña proporción.
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Me refiero en esta ocasión al gran logro que conseguiríamos si optamos por mejorar al menos en tres aspectos: superar la agresividad, la insolidaridad y el individualismo; tres actitudes que, infortunadamente se han convertido en “virus esparcidos copiosamente en nuestro entorno”. Superarlos demanda un acto firme de voluntad que ha de comenzar por un ejercicio de reflexión sincera que lleve a reconocer el enorme daño que hacen, mientras que si logramos superarlos podríamos aportar a una convivencia armónica, esa que tanto necesitan nuestras comunidades y que puede ser el mejor camino hacia la paz.

Para avanzar en esa línea por supuesto se requiere el compromiso de la dirigencia de todos los ámbitos, que infortunadamente suele usar un lenguaje y expresiones agresivas, soberbias, autoritarias y arrogantes, porque no han entendido que no es la forma de ejercer el poder y la autoridad. Y que, tampoco hacen falta para demostrar carácter, bien por el contrario, cuanto logran es malquerencia y rechazo a su persona y a sus iniciativas, independiente de que les reconozcan algunas bondades, pero es que el estilo importa mucho, muchísimo. Sentirse agredido, maltratado o excluido, produce dolor y rechazo, inclusive induce violencia verbal o física, respuestas que pueden ser frenteras, reservadas o solapadas, se expresan de múltiples maneras y pueden estimular deseos de venganza.

Infortunadamente es el estilo que se observa como comportamiento usual de varios miembros de la alta dirigencia del gobierno y que explica en buena parte la dificultad que enfrentan para sacar adelante iniciativas importantes, que por conocidas no hace falta mencionar aquí. Se suma la intolerancia a la crítica, la cual suelen responder con agresividad, sin entender que criticar es un derecho de cada persona y que las críticas debidamente procesadas podrían contribuir a mejorar las propuestas. Por supuesto, también es un derecho defenderse con explicaciones oportunas, respetuosas y suficientes, porque muchas de aquellas críticas pueden resultar de insuficiente información o mala interpretación pero, en ningún caso se resuelven con agresividad y grosería.

La actitud referida no solo se observa en diversos miembros de la alta dirigencia del gobierno nacional, también se replica en instancias directivas del sector público y privado, inclusive a nivel regional y local. Esto conlleva el agravante de que algunos pueden percibirla como la forma correcta, incluyendo las nuevas generaciones que observan a sus mayores investidos de altas jerarquías y se reproduce al interior de los hogares, en escuelas, escenarios laborales y de otro tipo.

Lo dicho exige que actuemos en forma responsable y con prontitud. Esa es la invitación especial en esta época del año, que podríamos valorar como el mejor regalo posible y al alcance de todos: superar la agresividad y fortalecer la solidaridad y la capacidad de trabajar en equipo, valores que pueden transformar a las comunidades urgidas de avanzar hacia una  convivencia armónica, valioso aporte para el logro de la paz. Si aceptamos trabajar en nuestro fuero interno para interiorizar y expandir estos valores podremos decir: Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo, no solo como un saludo ritual sino como augurio de un futuro mejor que todos ayudamos a construir.

 

CARMEN INÉS CRUZ

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