La Reforma Educativa: ¿Un silencio preocupante?

Columnista Invitado

Me intriga profundamente el silencio que rodea la próxima reforma educativa.
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¿Por qué no se observa un debate vibrante y acalorado? Líderes educativos, tanto nacionales como locales, públicos y privados, sindicalizados o independientes, parecen mantener un perfil bajo, sin posicionarse claramente a favor o en contra de la propuesta. ¿Podría ser porque la propuesta del gobierno no introduce cambios significativos? La reforma parece repetir los mismos patrones de siempre, identificando necesidades y áreas de mejora pero sin modificar sustancialmente el rumbo actual de la educación. Por eso, no sorprende que no genere las mismas reacciones apasionadas que las reformas en salud o pensional.

Creo que esta falta de ruido se debe a que el enfoque está excesivamente centrado en la educación superior, marginando aspectos fundamentales de la educación básica y media. ¿Podrá esta reforma realmente afrontar los verdaderos desafíos de nuestro sistema educativo o está destinada a convertirse en otra oportunidad perdida? Por ejemplo: No se puede ignorar que, aunque valoramos el reconocimiento de los saberes ancestrales de los pueblos indígenas, vivimos en un mundo globalizado donde las exigencias del mercado laboral evolucionan rápidamente en donde los currículos internacionales, con su eficacia probada, ofrecen una ventaja significativa. Y que decir de las decenas de estudios, foros y encuentros de líderes, organizaciones sociales y fundaciones filantrópicas que tienen una radiografía tan clara de lo que pasa y lo que debería seguir para que de todas formas se quede en letra muerta, por lo menos en lo que a política pública se refiere.

Es destacable eso sí, que la reforma haya incluido la obligatoriedad de la educación en primera infancia, de 0 a 6 años, así como en los grados 10 y 11, y donde se priorice también temas como la ruralidad y la vulnerabilidad de ciertos grupos. Además, es alentador que la reforma prometa más recursos no solo para las universidades sino también para asegurar que la educación primaria y secundaria, especialmente en zonas remotas, disponga de todo lo necesario, desde instalaciones adecuadas hasta acceso a tecnología, basándose en los tan necesitados docentes de alta calidad, comprometidos y bien entrenados.

Este es el momento de alzar la voz y participar activamente en el debate educativo para garantizar que la reforma sea no solo inclusiva, sino también efectiva y transformadora. Es hora de actuar y de exigir una educación que realmente prepare a las futuras generaciones para los desafíos del mañana. ¿Nos unimos para hacer oír nuestras voces?
 

ÓSCAR MAURICIO REY

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