Libertad de prensa

Columnista Invitado

De tiempo atrás se ha dicho que los medios de comunicación son el “cuarto poder”. El término fue acuñado por Edmund Burke en 1787, cuando pronunció su discurso de apertura a las sesiones de la Cámara de los Comunes en el Reino Unido. En 1840 fue Balzac quien lo recordó y dijo que la prensa, en Francia, era “un cuarto poder dentro del Estado”. Junto a los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, se controlan mutuamente y permiten el buen curso de la democracia. De ahí la importancia de garantizar la libertad de prensa y el buen ejercicio de la libertad de expresión.
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Ya en otra columna habíamos referido que en Colombia el ejercicio del periodismo no está condicionado a una acreditación profesional, puesto que la Corte Constitucional en Sentencia C-087 de 1998, consideró que la ley 51 de 1975 que creaba la tarjeta profesional de periodista, vulneraba la libertad de expresión y acceso a la información. A partir de aquel entonces, cualquier ciudadano se encuentra habilitado para replicar información veraz.

Lo curioso de todo este asunto es que, a partir de dicho pronunciamiento, se abrió la posibilidad de que cualquier persona, amparado en el derecho a informar, se autodenomine como “periodista” y dé a conocer lo que no pocas veces corresponde a opiniones personales. Y peor aún, en muchos casos se comparte información que no se corresponde con la realidad.

Nos encontramos en una época donde la desinformación abunda y la capacidad de su alcance es impresionante. Entre Bucaramanga y Londres, un mensaje demora 1 segundo en ser recibido, y por tal motivo cualquier persona recibe montones de noticias de manera constante. Y si a eso le sumamos que los ciudadanos por lo general poco nos preocupamos por corroborar la veracidad de lo que leemos o escuchamos, el panorama no es alentador.

Recientemente la prensa ha recibido ataques desde distintos frentes, especialmente de quienes ostentan el poder estatal. Por ejemplo, el enfrentamiento entre el presidente Petro y la FLIP, evidencia que estamos frente a un inminente riesgo de censura, que la ciudadanía no puede permitir. Sin embargo, ha llegado el momento de analizar si debemos regular el ejercicio periodístico, para que los ciudadanos tengan certeza acerca de idoneidad de la fuente de la información; no se trata de cercenar el derecho a la libertad de expresión, sino de garantizar la veracidad de lo que se comunica.

Así como los ingenieros, médicos, abogados, arquitectos, y muchos otros profesionales, son vigilados en su ejercicio por una colegiatura, y se requiere de una habilitación profesional, los periodistas deberían estar acreditados. Así, cada quien elegirá si se informa a través de medios de comunicación serios, o a través de “influenciadores”. Es hora de dar el debate.

 

Rodrigo Javier Parada

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