Reforzar los valores como garante para la sana convivencia

Comandante de la Metib

Con bastante preocupación se observan a diario casos donde la sana convivencia se ve fracturada por hechos que perturban a las personas, pero el común denominador radica en la indiferencia de muchos ante la situación del prójimo, a tal punto que la connivencia estaría ocupando un mejor lugar entre los causantes y afectados, doblegando la buena coexistencia entre los individuos. Ahora bien, no con el ánimo de buscar responsables, pero sí en procura de generar reflexión, se pretende extrapolar ese hilo conductor que estaría en el trasfondo de la situación, tendiente a contrarrestarlo, tal como se evidencia en la pérdida de valores. En el entendido de que cada persona cuenta con un sinnúmero de cualidades que en su sumatoria traducen en contar con bueno valores, éstos tienen que ser fortalecidos desde la casa, pero entre las causas que han llevado a su pérdida estarían la desintegración y los conflictos familiares; los divorcios, la situación económica, deserción escolar, desobediencia, falta de autoridad, adicciones, entre otros, que han perjudicado los valores en las personas, generando una mutación social dañina para la convivencia. Es deber atacar y evitar, muy seguramente, el surgimiento de nuevas formas de delincuencia, los embarazos prematuros y no deseados, abortos en jóvenes a temprana edad, relaciones sexuales promiscuas y sin consentimiento... no obstante, la lista sigue, pero el propósito es buscar soluciones.

Importante destacar, los grandes retos que se deben entretejer desde la familia, con los padres, hermanos y allegados, así como en la escuela, para alcanzar un nivel de mejoría en la cátedra de los valores, incluir en sus deberes o tareas aquellos consejos que en un tiempo fueron útiles a otras generaciones, donde la palabra de caballero tenía más sentido y valor que un contrato escrito, y es ahí donde se pretende impactar con el fortalecimiento de algunos de los valores más pisoteados por la humanidad: la Honestidad y la Integridad, que en su práctica pueden conducir al éxito de la sana convivencia, pero es necesario recordarlos, usarlos y manejarlos a diario para que no queden como tesoro en bolsillo roto de un solo individuo, toda vez que un grano de arena no evita la salida del cauce en un río, se requiere de rocas fuertes y bien apiladas para evitar que suceda; es así, como se debe ganar la batalla a la corrupción y a los actos desmedidos de un ser humano que no valora a las personas de su entorno y no tiene sentido de pertenencia por su región.

Fortalecer la honestidad como valor para decir la verdad, evitando dar mal ejemplo a los hijos frente a sencillas mentiras que éstos asimilan como actos normales; ser decente, fortaleciendo la cultura ciudadana, en actos tan prácticos como saludar; recatado, en actos de comportamiento que favorecen la convivencia pacífica; razonable y justo en el actuar con la familia e incluso los vecinos, como piezas claves del buen entorno ciudadano. En conclusión son aquellas cualidades del ser humano que consisten en actuar de acuerdo como se piensa y se siente. Entre tanto, la integridad se traduce en los actos honrados y honestos que permiten generar confianza y respeto por los demás, así como por sí mismo; volver a la cultura de la puntualidad y alejar del vocabulario frases tan coloquiales como “la hora colombiana”, haciendo referencia que ser impuntual es normal en el diario vivir de nuestros coterráneos. No menos importante, es pertinente alimentar la cultura de la disciplina y los actos correctos que se traducen en confianza entre las personas, facilitando una sana convivencia, siendo un importante ingrediente para que el Código Nacional de Policía y Convivencia se cumpla a cabalidad.

DIOS Y PATRIA

Comandante de la Policía Metib

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