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Resulta en extremo preocupante el grado de vulnerabilidad en que se encuentran muchos niños de nuestro país; aquellos que están en los campos colombianos, en donde la presencia de organizaciones guerrilleras y criminales les han puesto el ojo para reclutarlos, tal como lo vienen haciendo por décadas, condenándolos de paso a una vida entregada a la violencia, con todos los riesgos que ello implica y violando los elementales derechos que tienen que ver con su crecimiento, su formación y su autodeterminación.
El procedimiento siempre resulta ser el mismo, llagan a una casa de familia rural y señalan al menor, niño o niña, para que de inmediato emprenda camino con el grupo insurgente o con la banda criminal; ahora también utilizan artificios y engaños a través de las redes sociales. La familia nada puede hacer, pues se vería sometida a una sentencia de muerte inmediata. El menor arrancado de su hogar, queda expósito a la suerte de unas personas extrañas que le negarán todos sus derechos y los someterán a toda clase de vejámenes.
¿Dónde están los derechos humanos? Nadie aparece a hacerlos valer, y las pobres familias, tan desarraigadas, despojadas y abandonadas, ni siquiera saben a quién acudir ante semejante atrocidad. Se quedan envueltas en el extremo dolor, con la esperanza de que algún día aparezcan. Y de ahí en adelante viene todo lo peor. Son obligados a trabajar, a vivir en condiciones deprimentes, a exponerse a abusos en sus infantiles cuerpos, y a hacer sólo lo que sus rufianes de turno les indiquen. Los niños hechos cosas sobre las cuales se puede disponer al antojo de quienes representan la miseria humana.
La Dirección de Protección de la Policía, ha dicho con preocupación que los casos están aumentando, los reportes en lo que va corrido del año, llegan a 158 víctimas, con un incremento del 8% frente al mismo periodo del año anterior. La sangrienta guerra entre los carteles de la droga y las organizaciones guerrilleras los colocan de carne de cañón. La gobernadora del Chocó ha hecho un doloroso llamado, porque se están llevando los niños de su región con estos criminales propósitos.
La primera pregunta que se debe hacer a las organizaciones que adelantan diálogos de paz con el gobierno, es precisamente por la suerte de los niños en su poder, y a todos hay que dirigirles la mirada de las organizaciones protectoras de la niñez y de los derechos humanos, para crear conciencia sobre este flagelo que desgarra a nuestra sociedad.
Los niños son intocables, tienen derecho al desarrollo de su personalidad y al amparo de un hogar digno que les brinde amor, comprensión y oportunidad frente a la vida. No pueden seguir siendo una estadística que en apariencia conmueve, pero que en el fondo es un problema que debe llenar de vergüenza a cualquier sociedad.
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