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En otras palabras, que estamos mejorando, pero que aún estamos muy mal. Con la última noticia venía un dato local angustiante: que Ibagué es la segunda ciudad del país con mayor tasa de desempleo después de Quibdó. Ello me ha generado algunas preguntas, entre ellas la de por qué si la construcción de vivienda tiene las proyecciones que tiene (casi 8 mil viviendas por año para los próximos cinco años), sólo nos supera la capital chocoana en desempleo; y otra, cómo podemos salir de ese agujero negro, cómo superar esa pesadilla que viven hoy miles de familias tolimenses que no tienen horizonte.
Históricamente, la cercanía a Bogotá perjudicó al Tolima. Al brindar mayores oportunidades, la capital de la República era un imán que absorbía nuestro capital humano y se llevaba a los mejores. Esa cercanía, que ayer era debilidad y amenaza, ahora se está transformando en oportunidad y fortaleza. El imán lo tiene hoy Ibagué, me dijo con acierto el constructor Raúl Bonilla, la tendencia se está invirtiendo. Es muchísima la gente que se quiere salir de Bogotá y venirse al Tolima, particularmente quienes están terminando el ciclo laboral, lo cual también genera inmensas oportunidades. Muchísimas personas están hartas de la capital y ven en estas tierras “un buen vividero”. Los hechos lo están demostrando, y debo reconocer que tenemos en los constructores de vivienda una fortaleza importante porque han sabido interpretar este fenómeno. Muy rápidamente Ibagué podría llegar al millón de habitantes. Ahora bien, esto plantea grandes retos en movilidad (el tráfico cada día está peor), servicios públicos (principalmente agua), recreación, salud, seguridad y empleo. ¿Qué vamos a hacer frente al desempleo? Ya lo hemos dicho en otras oportunidades: la crisis de Ibagué es la crisis de los municipios y del campo. No lo duden, nuestros principales activos son: la tierra, el agua, la variedad de pisos térmicos, la flora y la fauna, la diversidad cultural y la ubicación geográfica. Así, identifico tres grandes ejes para trabajar: i. producción de alimentos. Podríamos ampliar la frontera agrícola en un millón de hectáreas; ii. Cultura y pensamiento; y iii. Turismo de naturaleza. La inversión pública debería orientarse a fortalecer dichos ejes. Pues junto al drama del desempleo existe otro hecho crítico: el 55% de la economía local es informal, lo cual prueba que pegar ladrillos ayuda, pero no es suficiente. La oferta laboral es altamente deficitaria.
Precisamente por esto tenemos que cuidar con celo los recursos públicos, no se pueden festinar alegremente. Hay que garantizar que se administran racionalmente y con absoluta pulcritud. Eso es lo primero. A Eduardo Aldana le escuché un proverbio, cuyo origen no recuerdo. Dijo que había tres cosas que no tenían reversa: la ofensa pronunciada, la flecha disparada y la oportunidad perdida. Tenemos problemas, sí. Y también inmensas e imperdibles oportunidades. Necesitamos organizarnos, dialogar y concertar. Es la única manera de aprovechar las oportunidades.
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