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La música, y en general todas las manifestaciones artísticas, constituye una de las grandes oportunidades que tiene nuestro departamento para mover su economía. Las industrias culturales son un sector económico en expansión. Según el Dane, en 2022 representaron el 3% del PIB y 522 mil empleos en Colombia.
Sin querer queriendo, el Tolima se viene posicionando como una tierra de festivales. En el imaginario nacional la cultura está sustituyendo el estigma de la violencia que durante tantos años nos acompañó, desde la mitad de siglo XX. La ganancia en oportunidades es inmensa. Este tipo de festivales, como el del Mangostino, el Magdalena Fest o el Ibagué Festival, aportan muchísimo en economía y en turismo.
Y es que poco a poco hemos ido configurando una oferta respetable. El Conservatorio, el Museo de Arte, el Panóptico, los jardines botánicos, el Orquidiario, el Mariposario, el Parque Caiké, y los miradores, son los principales atractivos que alberga la capital tolimense, aunque hay más, lógicamente.
El Tolima, por supuesto, es mucho más que Ibagué. Por eso me parece positivo que la gobernadora Adriana Magali Matiz y el ministerio de las Culturas estén poniendo sus ojos sobre Ambalema. Magnífico. Ese municipio lo merece. No puedo dejar de recordar la pasión con que Malcolm Deas se refería a éste, a Honda y a Mariquita, que son nuestra triada colonial. Ahora bien, en realidad, en todos los rincones del departamento hay grandes cosas por descubrir, y la cultura es nuestro principal aliado.
Cada municipio debe encontrar sus propias fortalezas y potencialidades, así como ha logrado hacerlo Ibagué con el Festival Nacional de Música colombiana. Este año, por ejemplo, se estrenará la serie de Netflix ‘Cien años de soledad’, inspirada en la obra de Gabo, y, entonces, los ojos del mundo sabrán que existe Alvarado (Macondo) y mucha gente querrá venir al Tolima a conocer en dónde se grabó la serie. El turismo cultural y el de naturaleza son un verdadero filón, sin embargo, la oferta natural no basta, hay que prepararse, mejorar la calidad de los bienes y servicios. Los tolimenses somos amables, nadie lo niega, lo cual no es suficiente, nos falta mayor profesionalismo en la prestación de servicios básicos. Por ejemplo, tenemos muy buen café, pero no suficientes baristas, y así sucesivamente. Y algo muy importante: meternos en las campañas de promoción, como lo hacen otros departamentos.
Estando en el teatro Tolima (por cierto, hay que meterle mano) en una de las audiciones del Festival, tuve una epifanía: que el Tolima se convertía en una tierra de pensadores, de artistas, de poetas, de escritores, de músicos, de pintores, de escultores, de cineastas. Esto no es una utopía, es algo absolutamente realizable. Entre todos podemos lograrlo. Doris Morera de Castro nos ha demostrado que cuando se quiere, se puede. La perseverancia parece ser la clave. Ella y el Festival Nacional de Música son un claro ejemplo.
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