¡Apocalipsis now!

Guillermo Pérez Flórez

El futuro ya ha llegado. Parecen lejanos los días de 1896, en que el físico y químico sueco Svante Arrhenius, postuló que el dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera podría influir en la temperatura de la Tierra.
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Calculó que duplicarlo aumentaría la temperatura global en varios grados, hipótesis que se considera uno de los primeros modelos de efecto invernadero.

Muchos años después, supimos que los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), utilizados para generar electricidad, calefacción y transporte, producían grandes cantidades de CO₂. Y que los árboles y plantas que lo absorben, a través de la fotosíntesis, cuando se talan o queman lo liberan a la atmósfera, reduciendo la capacidad del planeta para absorberlo. Supimos también que la agricultura y la ganadería, al aumentar el uso de maquinaria y la deforestación, también contribuyen al aumento de gases de efecto invernadero. Entonces, nos dimos cuenta de que la tierra se estaba calentando, y que esto podría contribuir a crear desórdenes climáticos y catástrofes.

La tragedia de Valencia (España), originada por la famosa DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), fue causada por lluvias torrenciales, ha dejado más de 200 muertos. Las inundaciones han arrasado ciudades, miles de hogares se han quedado sin electricidad y causado daños incalculables a la infraestructura y la agricultura. La AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) ha advertido que estos eventos climáticos extremos serán más frecuentes e intensos debido al cambio climático. Nuestra frágil memoria quizá nos impida recordar que la noche del 31 de marzo y la madrugada del 1 de abril de 2017, fuertes lluvias generaron el desbordamiento de los ríos Mocoa, Mulato y Sangoyaco, que arrasaron con Mocoa, dejando 1.400 muertos, 400 heridos, 200 desaparecidos y más de 15.500 damnificados.

Es posible también que ya se nos haya olvidado que hace apenas unas semanas, en Florida (EE.UU), el huracán Milton, alimentado por las altas temperaturas en el Golfo de México, dejó un rastro de destrucción, incluyendo inundaciones, tornados y miles de personas desplazadas. Podría citar también las inundaciones en Barranquilla o en Santa Marta, pero no es necesario. La crisis climática es evidente, así como sus causas, aunque subsistan las tendencias negacionistas.

Son muchos quienes han criticado al presidente Petro por su obsesión con este asunto. Inclusive le han hecho burlas, acusándolo de creerse el salvador del planeta. Sin embargo, los hechos le dan la razón. Existe un severo desorden climático que podría conducir a la extinción de la especie humana. No sé si con un cambio en el lenguaje y en el tono de su discurso, pudiera ser más efectivo.

Lo cierto, es que llevamos más de medio siglo hablando de esto, y son pocas las medidas tomadas para revertir la tendencia. Este es un desafío en el que todas las personas podemos y debemos jugar un rol importante. Hay que parar la tala de bosques y estimular la siembra de árboles, disminuir el uso de las energías fósiles para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (lo cual supone revolucionar el transporte), invertir en energías renovables, entre otras acciones, como que los gobiernos y las comunidades locales implementen planes de sensibilización y adaptación para reducir la vulnerabilidad a los eventos climáticos extremos. ¿Cuánto tiempo nos queda, antes de que el Apocalipsis sea inevitable? Probablemente, no mucho. Puede ser que sea “tarde para el hombre”, como lo dice el poeta.

 

Guillermo Pérez

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