Bajo el agua

Gustavo Galvis Arenas

Enfocándome en la tragedia en España, investigué el significado de la palabra DANA que hemos leído y oído acompañando las catastróficas imágenes de las noticias de la Comunidad de Valencia.
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En los últimos días los temas de conversación en las tertulias de amigos giran alrededor del holgado triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, el evidente deterioro de la prestación de los servicios de salud de Colombia y las inundaciones, primero en España y esta semana en Colombia.

Enfocándome en la tragedia en España, investigué el significado de la palabra DANA que hemos leído y oído acompañando las catastróficas imágenes de las noticias de la Comunidad de Valencia. Entendí que DANA no es uno de los nombres con los que la Organización Meteorológica Mundial (OMM) bautiza a los huracanes y ciclones, sino que corresponde a un acrónimo que significa “Depresión Aislada en Niveles Altos” y se trata de un fenómeno recurrente en ciertas regiones, que se caracteriza por una masa de aire frío que se queda apartada y circula a gran altitud y que al chocar con el aire caliente del final del verano, genera inestabilidad que causa fuertes precipitaciones y tormentas.

Contrario a la información que transmiten los noticieros, estos eventos no son nuevos en la madre patria y particularmente no son nuevos en esa región de la comunidad de Valencia. Desde el 1.238, año de la conquista de Valencia (en árabe Balansiya) por parte del Rey de Aragón y Conde de Barcelona Jaume I, se encuentran perfectamente documentadas no menos de 11 riadas catastróficas del Turia, en un fenómeno que ocurre cada 60 años en otoño. Hay dos grandes eventos del pasado que se recuerdan especialmente: La riada del 27 de septiembre de 1.517 con precipitaciones torrenciales, derrumbamientos de casas, destrucción de caminos, anegación de vastos cultivos y cientos de muertos, y mucho más recientemente, en octubre de 1.957, el gran desbordamiento del mismo río Turia que causo más de 80 muertos e innumerables daños materiales.

Pues esas imágenes de los carros flotando en las autopistas que se veían en las noticias de España, ahora se trasladaron a Bogotá. Debido a un fuerte aguacero, el miércoles 6 de noviembre colapsó la Autopista Norte de Bogotá, vía que conecta a la capital con los departamentos del norte y del oriente del país (entre ellos, con Santander), con tal nivel de intensidad que aún hoy hay un tramo importante de esta vía que permanece cerrado. Alumnos y profesores de las decenas de colegios que se ubican en el norte de Bogotá no pudieron regresar a sus casas y muchos infantes tuvieron que pasar la noche en las instalaciones educativas. Desde mis épocas de universidad en Bogotá recuerdo las inundaciones de la recién inaugurada Autopista Norte: Desde la construcción de esta icónica obra ingenieril en el año 1.952, se separó uno de los más grandes lagos de Bogotá lo cual dio origen al humedal Guaymaral – Torca que hoy sigue ocasionando inundaciones en la vía. Es un fenómeno de todos los años, pero recordamos especialmente las severas inundaciones de 1.970, 2011 y 2022.

Todo esto sin lugar a dudas guarda relación con el cambio climático. Pero si miramos bien, son muchos los factores que influyen en esas tragedias y la mayoría se hubieran podido evitar con un mínimo de prevención. Los gobernantes siguen tomando decisiones ideológicas y no técnicas y siguen empezando sus periodos desde ceros, sin aprovechar los proyectos de sus antecesores.

Gustavo Galvis Arenas

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