Historias del Tolima 1

Hugo Rincón González

Una vez escuché a un geógrafo explicando a sus estudiantes cómo era el departamento del Tolima.
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Les decía: son dos vertientes de cordilleras (la central y la oriental) y un valle (el valle del alto Magdalena). Les hablaba de ese enorme potencial que tenía por su composición biofísica. “Tenemos bellezas paisajísticas y una gran riqueza hídrica, hoy amenazada por la crisis climática”. Les contaba como si fuera una historia que se construye socialmente por cada individuo y las comunidades.

El Tolima, me decía otro profesor universitario de un país diferente al nuestro, ha experimentado un desarrollo económico fuertemente vinculado a su geografía, su ubicación estratégica y sus recursos naturales. Parece un narrador de historias y demuestra con cada charla coloquial que sabe más de nuestra región que la mayoría de los tolimenses. “A lo largo de la historia, el departamento ha transitado por varios ciclos económicos que han definido su trayectoria hasta el presente”.  Narraba en medio de una tertulia saboreando un buen café, que los tabacos de Ambalema en el siglo XX eran excelsos y que Winston Churchill los fumaba con un absoluto placer. “Eran mejores que los ahora famosos habanos de Cuba”.

Hablamos de la época colonial. Historias transcurridas y olvidadas. El Tolima fue importante en la economía de la Nueva Granada. Las tierras del valle fértil del Magdalena, permitieron el desarrollo de una agricultura temprana, basada en productos como el maíz, el fríjol y la caña de azúcar. Fuimos una región que se benefició de la explotación de las minas de oro, especialmente en Mariquita, uno de los centros mineros más importantes del país durante el siglo XVI y XVII. Contaba que este municipio llegó a ser un punto clave y estratégico para la economía virreinal por su cercanía al río Magdalena, principal vía de comunicación y comercio hacia el interior del territorio en esa época.

Tratamos en esta conversación de historia que el Tolima sufrió importantes retrocesos en su economía con la independencia y las guerras civiles en el siglo XIX. Sin embargo, el cultivo del café comenzó a posicionarse como un motor propulsor del desarrollo económico regional desde mediados del siglo XIX. El departamento, como otras zonas de la región andina colombiana, se sumó al auge cafetero, que se acompañó entonces a la construcción de infraestructuras como caminos y puentes para facilitar el transporte del grano.

Apareció en la tras escena la violencia bipartidista, a finales del siglo XIX, cuando las guerras fratricidas entre conservadores y liberales afectaron de una manera importante la estabilidad económica y social del departamento. Esto se agravó durante las primeras décadas del siglo XX, poniendo en evidencia que violencia y desarrollo económico están relacionados, por ello, algunas empresas que tienen presencia en nuestro territorio tienen claro que si la región no es viable, las empresas tampoco.

Historias olvidadas, contadas por académicos incluso de otras latitudes, deberían tenerse en cuenta para entender que esta se construye socialmente y que todos podemos ser protagonistas de este constructo colectivo. Si fuimos una región clave, estratégica y productiva ¿qué nos hace falta para volver a serlo? La historia no puede ser una reminiscencia de tiempos viejos, sino un soporte de la memoria para impulsar los cambios requeridos para construir un terruño querido, donde la vida digna, bella y buena sea posible para todos.

 

Hugo Rincón González

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