¿De qué van los pobres?

Hugo Rincón González

Recuerdo una ocasión en la que participaba de una reunión de los gremios económicos regionales.
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Asistí como director de una entidad sin ánimo de lucro que combina lo económico y social en una misma moneda. El ambiente era formal y los protagonistas tenían actitud de solemnidad. Hablaban de las empresas, del desarrollo económico, de las utilidades, de las políticas públicas económicas y de lo bien o mal que le iba a tal o cual sector gremial.

Hablaban desde la perspectiva de las categorías económicas y de las oportunidades y amenazas que se cernían para cada sector. En medio de lo esmirriado que son los gremios económicos regionales, se decían cosas que para cualquiera serían incomprensibles. El PIB, el retorno de las inversiones, la tasa impositiva, la política monetaria, la macroeconomía y todas esas definiciones que suenan importantes y alejadas de la comprensión de la mayoría de los ciudadanos de a pie.

De repente indagué como un despistado: En toda esta conversación sobre el desarrollo económico regional y la economía nacional, ¿cómo van los pobres?, ¿cómo juegan ellos? Alguno que otro pope me miró con condescendencia y hasta incomodidad. Ese no era el tema. Querían hablar de la economía importante y no de la economía popular. A ellos no les interesaba esa vertiente, sino la ortodoxa concepción de las ganancias para los empresarios que “son los que generan empleo y riqueza”.

Recordé esta anécdota leyendo una columna de este domingo, donde su autor hace referencia a que los gremios económicos desatan las grandes discusiones sobre los indicadores principales de la economía del año anterior que realmente se concentran en ciertas áreas y actividades pero que no informa mayor cosa sobre la distribución de la riqueza del país, por cierto, una de las más desequilibradas y desiguales del mundo. Poco les interesa a estos sectores el índice de Gini sobre la concentración de la tierra, la situación de la escolaridad rural, si ha mejorado o no, la salud en los territorios alejados y olvidados, si los trabajadores ganaron capacidad adquisitiva en su salario.

El columnista afirma algo irrebatible: “…El éxito económico en algunos sectores aumenta la riqueza de unos cuantos, pero también la desigualdad general. Menos atendida y más dura es la otra cara. La que casi nunca vemos en la sección financiera de los noticieros y protagonizan, en cambio, multitudes de colombianos que caminan kilómetros al trabajo o la escuela cada vez que alguien corta las avenidas para exponer sus críticas, por justas que sean, o paraliza durante veinte horas los vehículos que llevan cosechas y mercancías”. 

¿A los gremios económicos les preocupa la manera en que funcionan los circuitos económicos de los sectores populares? ¿Cómo hacen para vivir las personas en los barrios populares sin un empleo? ¿Es la solidaridad una estrategia para la sobrevivencia? ¿Alguna vez se preguntan por algo en este sentido? 

Pensar el desarrollo económico inclusivo tratando de ayudar a esos otros sectores sociales que no representan los gremios sigue siendo un desafío. Los grandes empresarios tienen quienes defiendan sus intereses y unos operadores políticos en el congreso que velan por ellos. La Colombia olvidada y marginada no solamente está en los territorios alejados de los grandes centros urbanos, sino en ellos mismos. Esa juventud sin oportunidades y excluida de los beneficios del desarrollo, esa cantidad de viejos y viejas muchos de ellos abandonados sin futuro, esa constelación de mujeres cabeza de familia sin mayores posibilidades.

Hay que trabajar por la inclusión social y económica de estos sectores y visibilizar esos indicadores que reflejen los progresos o retrocesos en su bienestar. Ya está bueno de pensar que las ganancias deben ser solo para una minoría y avancemos hacia una sociedad más incluyente y equitativa.

Hugo Rincón González

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