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Las marchas del pasado sábado son expresión de ello, hay marchas y contramarchas en los últimos meses. Unas a favor y otras en contra del gobierno del cambio. Sobre las mismas hay lecturas encontradas por supuesto. Algunos señalan que marcharon “cuatro gatos” y otros las magnifican queriendo mostrar el gran poder de convocatoria que tiene la oposición.
Vi fugazmente la movilización de Ibagué cuando apenas estaba en el inicio. Era realmente esmirriada, pobre y cruzada por consignas beligerantes en contra de las reformas propuestas por el gobierno (salud, laboral y pensional), además señalamientos alrededor de la gestión económica que según los marchantes ha sido desastrosa.
La movilización quiere aprovechar el descontento de una parte de la ciudadanía (¿qué gobierno no genera esto?) y hace énfasis en la percepción de inseguridad y los escándalos políticos y judiciales que sin duda lo han golpeado.
Algunos políticos de oposición de cara a las elecciones presidenciales de 2026, interpretan la movilización como una oportunidad política para unir no solamente a los partidos contrarios a Petro, sino también a sectores gremiales, empresariales y líderes sociales. Para los analistas juiciosos, aún falta mucho para ello, puesto que esta unidad momentánea en contra de la administración, no refleja un liderazgo claro de un partido o un líder de oposición que sea la figura para unir a todos.
Uno se pregunta desde ya: ¿cuál es la propuesta concreta y clara sobre una visión diferente de país que tiene la oposición de derecha? ¿Quién es la figura sobre la cual se propiciará la unidad de los inconformes? ¿Será una outsider de la política como Vicky Dávila? ¿Cómo se tramitarán las diferencias y aspiraciones del variado ramillete de candidatos que quieren disputar la contienda electoral con los afectos al gobierno? ¿Si no es Vicky, será la Cabal, Miguel Uribe, o Vargas Lleras? Aún falta mucho para saber esto.
Es claro que las marchas de la oposición tienen un riesgo de desgaste si perseveran en solamente criticar sin formular y ofrecer soluciones concretas. Los sectores moderados y de centro que muchas veces marchan en contra del gobierno, podrían marginarse de la protesta, perder credibilidad en la misma y exigir la construcción de propuestas alternativas. Este no es un reto menor.
El presidente Petro sabe que la oposición no la tiene fácil en mantener la sostenibilidad de la movilización en su contra. La capacidad de convocatoria se irá perdiendo si el gobierno avanza en sus logros en la dimensión económica y social. Aún quedan casi dos años para que la administración mejore en la ejecución de su plan de desarrollo, por ello los partidos de oposición aumentan la presión en el Congreso e insisten en no dejar avanzar las reformas que si pasaran harían imbatible a las fuerzas del progresismo.
La perspectiva a corto y mediano plazo es la radicalización de los discursos en medio de la polarización. Las posiciones extremas seguramente tratarán de posicionarse cada vez más y esto desafiará la capacidad de sindéresis de la ciudadanía. Esperemos que esto no signifique el regreso del uso de la violencia en la lucha política que se irá calentando a medida que nos acercamos al 2026.
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