Conmoción interior y paz territorial

Hugo Rincón González

Amparado en el artículo 213 de la Constitución Nacional, el presidente Petro declaró el estado de conmoción interior en Norte de Santander.
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Una medida excepcional que busca atender una región golpeada por la violencia estructural, el narcotráfico y la debilidad institucional. La medida alborotó como era de esperarse a la oposición política que ve fantasmas por todas partes.

Esta decisión refleja la gravedad de la situación que es inocultable, y también deja al descubierto las limitaciones del Estado para abordar los conflictos de manera integral y sostenible. Norte de Santander ha sido desde hace décadas un polvorín donde han estado presentes todos los actores del conflicto, además de tener una frontera porosa con Venezuela que convierte este territorio en un escenario tremendamente complejo.

Este hecho, más allá de ser un episodio local y lejano para los tolimenses, debe ser una alerta generalizada y nacional, especialmente para departamentos como el nuestro, donde las heridas del conflicto armado siguen visibles, pero donde también se presentan oportunidades claras para construir territorios en paz.

En el Tolima, si bien la situación no ha escalado a niveles similares a los de Norte de Santander, existen riesgos latentes y agazapados que podrían desencadenar crisis similares. Problemas como la presencia de grupos armados en ciertas zonas rurales, la problemática ambiental y de ordenamiento del territorio, aunados a la escasez de oportunidades económicas, son amenazas al desarrollo y la paz.

Más que esperar a que las circunstancias exijan medidas extraordinarias, se debe actuar de manera preventiva, fortaleciendo las capacidades locales para enfrentar estos desafíos. La construcción de la paz debe surgir de las realidades y necesidades de cada territorio, con un enfoque de desarrollo integral, sostenible y participativo.

En lugar de esperar a que la crisis golpee a nuestra puerta, como ocurre en otras regiones, debemos asumir una actitud proactiva, articulando esfuerzos entre las comunidades, las instituciones locales, despojadas de protagonismo y propósitos electorales y el gobierno nacional. La paz territorial que se necesita construir y consolidar, es una necesidad sentida que solo puede lograrse con voluntad política, recursos adecuados y un compromiso serio de todos los actores sociales.

Hay que fortalecer la participación ciudadana. La paz territorial no puede construirse sin la participación activa de las comunidades. Hay que apostar por fortalecer el tejido social, robusteciendo a las organizaciones campesinas, indígenas, mujeres, Juntas de Acción Comunal, jóvenes, reintegrados de las organizaciones que le apostaron a dejar las armas, entre otros.

Las comunidades locales deben avanzar en la promoción de procesos de planeación participativa ya que esta permite fortalecer procesos de organización, formación, concertación, comunicación, negociación y construir sentidos colectivos que los junten.

En el Tolima, tenemos aún la oportunidad de liderar un modelo de construcción de paz que no solo aborde las causas profundas de los conflictos, sino que también sirva como ejemplo para otras regiones.

Nuestro departamento puede demostrar que la paz no solo es posible sino que la podemos alcanzar, si se apuesta por el desarrollo integral de los territorios. Aprovechemos esta coyuntura y convencidos que la guerra nunca es una solución, juguémonos enteros por la paz.

Hugo Rincón González

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