Situaciones de estrés consideradas por la persona como imposibles de superar llevan a determinaciones fatales: baja autoestima, sensación de desesperanza, horizontes cerrados causados por la depresión son factores precipitantes del suicidio.
El suicidio es evitable si los factores precipitantes son identificados y tratados. Se puede afirmar que el suicida es un paciente sin diagnostico y tratamiento. No es, como generalmente se cree, un cobarde que no fue capaz de afrontar los retos de la vida. Nada más equivocado. Una persona con ideación suicida no está en capacidad de pedir ayuda, pero eso no quiere decir que no quiera ayuda. La mayoría de las personas que se suicidan no quieren morir, sólo quieren dejará de sufrir. La prevención del suicidio comienza por el reconocimiento de señales de advertencia tomándolas en serio.
Es frecuente encontrar en un caso de suicidio que un familiar o un amigo manifieste que quien se quito la vida había tenido pensamientos suicidas con frases como “es mejor terminar con todo de una vez“ o “la vida no merece la pena vivirla”. El o la adolescente que presentan trasformaciones en su comportamiento como aislamiento, baja autoestima, introversión es un caso a riesgo de intento suicida. El factor desencadenante puede ser cualquiera: un noviazgo frustrado, una separación de los padres o lo que es peor el matoneo o Bullying en cualquiera de sus manifestaciones, verbal, psicológica o física.
El suicidio es un intento desesperado por escapar de un sufrimiento que se ha vuelto insoportable. Cegado por sentimientos de autodesprecio, desesperanza y aislamiento, una persona suicida no ve otra manera de encontrar alivio excepto a través de la muerte. Pero a pesar del deseo de que su dolor cese, entra en conflicto: continuar sufriendo o terminar con su propia vida; desea que exista una alternativa distinta al suicidio pero su estado mental no permite encontrarla; es un callejón que cada vez más se va estrechando.
Las principales señales de advertencia de un suicidio incluyen conversaciones sobre la muerte; sobre el que hay más allá de la vida; sobre el no temor a la muerte incluyendo manifestaciones sobre la forma como una persona se mataría si tomara la decisión de hacerlo. Estas señales son aún más peligrosas si la persona tiene un trastorno del humor como la depresión o el trastorno bipolar, sufre de alcoholismo, previamente ha intentado suicidarse o tiene antecedentes familiares de suicidio.
Desafortunadamente los conceptos equivocados sobre el suicidio son muchos. Por ejemplo, “una persona que habla de suicidarse esta diciendo mentiras y no es capaz de hacerlo”; “el que trata de suicidarse es porque esta loco”, (no en depresión o en un síndrome de angustia extrema); “bueno que se va a hacer; si una persona quiere suicidarse no hay nadie que la detenga”; “las personas que se suicidan son personas que no estaban dispuestos a buscar ayuda”. Este último concepto es el más equivocado; estudios de víctimas de suicidio han demostrado que más de la mitad había buscado ayuda médica en los seis meses antes de su muerte.
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