Otras entraban en estado catatónico no pudiendo relacionarse ni expresar su angustia y ansiedad. Hombres aparentemente fuertes entraban en largos periodos de depresión que los sumía en melancolía y llanto. Todas esta manifestaciones tenían su origen en el deterioro de su salud mental causado por la guerra. Los trastornos neuropsiquiatricos observados ya habían sido descritos en la Primera Guerra Mundial denominándoseles “neurosis de guerra”. Las personas expuestas a vivencias de muerte y destrucción presentaban expresiones de shock manifestándose con sintomatología de pérdida psicógena del habla, ceguera, parálisis, angustia, confusión, disminución de la confianza en sí mismo, de la estabilidad emocional, ansiedad crónica o pasajera, estados depresivos prolongados, insomnio y pesadillas, insuficiencia del rendimiento funcional, y múltiples síntomas como dolor de cabeza, sudoración y sensación de mareo.
Estudios publicados en revistas médicas de salud mental resaltan que en los traumas de guerra, como la que vive Colombia, las personas se ven sometidas a multitud de estresores o dificultades extraordinarias, que requieren de un esfuerzo personal, familiar y social para ser superados o adaptarse a ellos. Estos estresores son de diferentes órdenes: dificultades económicas, disrupción social, separación de la familia, desapariciones, pérdida de estatus social, violencia física o psicológica, testimonios de muertes violentas, atrocidades, violencia sexual, pérdida del hogar, el ámbito, familiares, amigos, peligro, situaciones de abuso en la huida, recepción-acogida, adaptación tras la huida, colocación en centros colectivos sin intimidad, desconocimiento del futuro, inseguridad e inestabilidad y riesgo vital propio o de los seres queridos.
Quienes tiene que vivir en las denominadas “zonas rojas” del país enfrentan la frecuencia de situaciones traumáticas de la guerra caracterizada por una repetitiva y sistemática exposición a los factores de estrés, de los que las víctimas no puede huir, generando un temor y una respuesta de supervivencia que se convierten en parte de la vida diaria. El deterioro de la salud mental va aumentado entrando en los trastornos más frecuentes, la ansiedad, la angustia, la depresión y la ideación suicida.
Según el Grupo de Salud Mental de Médicos del Mundo, estudios han demostrado que las consecuencias psicopatológicas se deben a la duración y la intensidad de la vivencia traumática. En un conflicto como el colombiano, es la población civil la que más tiempo y con más intensidad está expuesta a situaciones traumáticas. Dentro de la población civil, la mayoría de los estudios se han centrado en refugiados y desplazados, pero hay otras poblaciones de riesgo como los niños y adolescentes, que han quedado huérfanos, sus familias están desintegradas, su socialización o educación ha quedado interrumpida; mujeres torturadas, violadas, o con abusos de otros tipos, con familias desintegradas, hombres secuestrados, testigos o victimas de atrocidades.
Paradójicamente, tambien demostrado en estudios durante y después de la Segunda Guerra Mundial, quienes están en el frente de guerra presentan un cuadro en su salud mental diferente.
Se produce una rápida adaptación para sobrevivir. Quien no “funcione” en la guerra es apartado o rechazado, acabe muerto o huya. Se presentan menos suicidios, pero no importa mucho. Es tan fácil morir.
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la aviación alemana bombardeaba Londres, muchas mujeres dejaron de menstruar.
Credito
PABLO ISAZA M.D.
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