Si crees en Dios, serás testigo de él

Jairo Yate Ramírez

°°° « Dijo Jesús a sus discípulos: -«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» °°° (Juan 14, 1-12). El fundamento esencial de nuestra fe católica-cristiana, es la muerte y la resurrección del Señor.
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La resurrección está confirmada por testigos excepcionales. Esos testigos son personas: hombres y mujeres que gozan de un sentido pleno de la fe. Dice la Sagrada Escritura que: María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé, fueron muy temprano al sepulcro. (cf. Mateo 16, 1-7). Las mujeres se convirtieron es esos testigos fieles que comunicaron a Pedro y los apóstoles el acontecimiento de la resurrección. No se puede ser testigo sin la vivencia de la fe; no se puede ser testigo si se viola el dato revelado; no se puede ser testigo si se acomodan las cosas para su anuncio; no se puede ser testigo, si quien proclama el Evangelio vive paralelamente su vida a la Palabra que anuncia.

El testigo que desea Jesucristo, es aquel que se atreva a creer en Dios, y en Jesús el enviado de Dios. (cf. Juan 14, 1). El Papa emérito Benedicto XVI, explica ese doble movimiento de la fe. No se trata de dos actos separados, sino de un único acto de fe. El testigo cree en Dios y ve el rostro de Dios, en la persona de Jesús de Nazareth. El mismo Salvador del mundo le confirma esa respuesta al apóstol Felipe: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14, 9). Tres palabras sabias del Nazareno, le definen a un testigo la misión que debe realizar: El camino es dejarse guiar por la Palabra del Maestro. Seguir el camino hacia el Padre celestial. La verdad es Dios mismo y solo Él es la verdad. Pilato no logró descubrir la verdad en Jesucristo. (cf. Juan 18, 38). Quien ve a Jesús, ve al Padre, esa es la verdad. Jesucristo necesariamente es la vida. Solo Él tiene palabras de vida eterna. (cf. Juan 6, 68). Solo Él ofrece vida en abundancia. (cf. Juan 10, 10). Lo contrario sería la muerte. San Agustín de Hipona, afirmaba: Si Jesucristo es camino, verdad y vida, lo que falta por conocer es la meta, y precisamente, la meta es el Padre celestial.

Nos convertimos en testigos de Cristo en el mundo. Él mismo enseña el método: “El que cree en Mí, también hará las obras que yo hago” (Juan 14, 12). Esa es la misión de la Iglesia: Ser camino hacia Dios, anunciar la verdad y evangelizar para la vida eterna. Cuida tu salud: Quien crea en Jesucristo, logrará entender la obra de Dios.

Arquidiócesis de Ibagué

PADRE JAIRO YATE RAMÍREZ

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