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Aquí José Javier Capera, costeño de nacimiento, coleto por naturaleza, y malabarista conceptual de teorías pedagógicas por necesidad. Su columna me ha dejado más perplejo que un Freire intentando aplicar la pedagogía del oprimido en una clase de etiqueta y protocolo en el Carulla de la 85.
Permítame desenmarañar esta madeja pedagógica con el hilo de mi experiencia, tejida con más títulos que un directorio telefónico de Comfenalco y más concursos presentados que aspirantes a un reality show de RCN. Los resultados de la última prueba docente son tan alentadores como un guayabo con chirrinchi en pleno Festival Vallenato.
Usted nos habla de cifras impresionantes: 12 millones para un doctor en educación. ¡Caramba! Con razón mis 3 doctorados (en ciencias sociales, en echar carreta, y en joder la vida) y 5 maestrías (incluyendo una en cervecería artesanal) solo me han servido para comprar pan y tinto en la esquina del colegio. Y eso que el pan está más duro que la realidad socioeconómica del país.
Menciona que el 70% de los 5.773 nuevos docentes en Bogotá vienen del sector privado. ¡Vaya éxodo! Parece que hemos encontrado la Tierra Prometida en el sector público, aunque a veces se parezca más a una temporada completa de "El Desafío" sin editar.
Ahora bien, usted señala que solo el 2% de los estudiantes de grado 11 alcanza el nivel 4 en ciencias sociales o naturales. En mi colegio, tenemos el 98% restante practicando arduamente cómo quedarse en los niveles 1 y 2. ¡Somos líderes en algo, después de todo! Innovamos tanto que nuestros estudiantes podrían escribir una tesis sobre "La física cuántica aplicada al rebote perfecto de un balón en el marco de la cancha durante clase".
Y qué decir de esa brecha de 86 puntos en lectura entre colegios privados y rurales. En mi escuela, hemos logrado que esa brecha sea un abismo tan profundo que podríamos encontrar petróleo antes que comprensión lectora.
Usted habla de la desaparición del Movimiento Pedagógico. Déjeme decirle que en mi colegio tenemos nuestro propio movimiento: el "Movimiento Supervivencia Docente" o la "Red de Bebedores de Tinto y Comedores de Pandebono a las 2:00 PM". Nuestro lema: "Si Sócrates enseñó bajo un árbol, nosotros podemos hacerlo en medio del caos, con un diploma en una mano y un tinto en la otra".
Menciona el trabajo en equipo en los colegios privados. Aquí también trabajamos en equipo: el equipo de "¿Quién logra calmar a Juanito antes de que convierta el salón en una réplica de la toma del Palacio de Justicia?". Nuestras dinámicas de grupo son tan efectivas que ya estamos considerando ofrecer nuestros servicios al Ministerio de Defensa y al próximo Ministerio de la Paz.
Y sobre la formación docente, déjeme contarle: con mis múltiples títulos, soy una enciclopedia andante con más información que Wikipedia y Google juntos. Lástima que mis estudiantes prefieran TikTok. Me dicen: "Profe, ¿para qué leer a Kant si puedo ver un resumen de 15 segundos bailando bachata?"
Dr. De Zubiría, lo invito a visitar mi aula. Le mostraré cómo aplicamos a Freire mientras esquivamos proyectiles de papel, cómo canalizamos a Vigotsky en medio de una guerra de apodos, y cómo Piaget cobra vida cuando intentamos construir conocimiento con bloques de apatía adolescente y memes de Facebook.
En cuanto a las reuniones pedagógicas, las nuestras son tan innovadoras que haríamos sonrojar a Foucault: son un perfecto ejemplo de cómo el poder y el conocimiento se diluyen en una taza de café frío y galletas vencidas. Nuestras actas de reunión podrían ser publicadas como novelas de realismo mágico.
Y para cerrar, una reflexión al estilo Tola y Maruja: "Mija, si la calidad educativa fuera un TransMilenio, estaríamos esperándolo desde que Bolívar era cadete".
Con afecto pedagógico y una sonrisa que ni 1500 estudiantes ni 100 reuniones de área logran borrar,
José Javier Capera
Doctor en Resiliencia Educativa, Maestro en Malabarismo Conceptual, y Especialista en Sobrevivir la Jornada Escolar y los Lunes Festivos
P.D. Prometo releer sus libros, Dr. De Zubiría. Quizás entre líneas encuentre la fórmula secreta para convertir el "No Futuro" en "Sí Educación". Mientras tanto, seguiré intentando sumar al progreso de este Macondo pedagógico, donde cada día es un realismo mágico educativo digno de García Márquez... si es que logro que mis estudiantes sepan quién es.
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