Un año sin Camilo Pérez, el cronista de Ibagué

libardo Vargas Celemin

El vertiginoso paso del tiempo intenta borrar el recuerdo de los seres que partieron, pero algunos resisten el embate del olvido, porque se han ganado un espacio en la memoria de paisanos y amigos.
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Camilo Pérez Salamanca, es uno de ellos por varias razones, sobre todo por su tesón de reconstruir parte de la historia regional y dejarnos una serie de crónicas que cuentan, desde distintas perspectivas, lo que ha ocurrido en nuestro medio y lo que han hecho hombres y mujeres durante su periplo en este territorio.

Hace exactamente un año el autodidacta, escritor, periodista e historiador sucumbió en su lucha por desentrañar el pasado. No lo vencieron las enfermedades, ni sus limitaciones visuales y auditivas. Se lo llevó la tristeza y la soledad por la pérdida de Idaly, su esposa. Camilo murió de amor, su sensibilidad infinita se quebró y su corazón también, cuando ella partió, porque como él mismo escribió: “fue la constructora  de mi obra literaria”, y no pudo acompañarlo más por las calles de la ciudad que transitaron los últimos años de sus vidas y a la que llegó siendo un niño, que descendió por las montañas de San Juan de la China huyéndole a la violencia.

Vale la pena recordarles sucintamente, quien fue Camilo Pérez Salamanca y su aporte a esta ciudad y a este departamento, en una carrera que inició en  sus primeros años, cuando presenció los bombardeos de los aviones oficiales que llegaron al cañón de San Romualdo sembrando la muerte y él corrió hasta su casa paterna a contarles los pormenores “Esa fue la primera noticia que  di”, por eso se inició en periodismo y comenzó a destacarse por sus crónicas que hablaban de la problemática social y de protagonistas que contaban  sus peripecias.

Sin lugar a dudas su aporte más significativo fueron los tomos dedicados a Ibagué, en los cuales, a partir de crónicas de personajes populares que encarnan la idiosincrasia de este pueblo, cuyo recuento en una prosa amena y llena de anécdotas, nos permite reconstruir la memoria perdida, gracias a las minuciosas pesquisas en archivos, bibliotecas, periódicos y entrevistas. Esta tarea le llevó muchos años y estoy convencido que muy pocos estudiosos se atreverán a realizar un trabajo de esta magnitud, con el amor y el empeño de un hombre que, a pesar de la oscuridad de sus ojos para ver el mundo, abrió sus soles interiores para iluminar con sus recuerdos el pasado y dictarle a sus amanuenses parte de la historia de Ibagué.

Camilo, un año sin su pluma es una hoja en blanco que le falta a la historia de la ciudad musical y un boquete inmenso en el recuerdo de sus amigos y lectores.

 

LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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