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Esta labor de mensajería la hice mientras estudiaba en la universidad, pues era la fuente de donde me pagaba mi estudio, debido a la difícil situación económica que por entonces había en nuestra familia. 24 años después, viví lo mismo en la misma ciudad. Aproveché un medio día con sus restricciones de pico y cédula para ir a dos bancos, el primero: “mi banco” pues sabía que estaría abierto hasta las 3 pm y atendían a la “hora del almuerzo” del otro banco no sabía nada pues no lo usaba, solo tenía que hacer un giro.
Al quedar sobre la misma ruta pasé por 3 de sus sucursales encontrándolas cerradas, su letrero decía: 2 a 4pm y pensé: cómo es posible! Lo mismo hace 24 años! y ahí me acordé de como los sábados después de clase y antes de ir a mi otro trabajo de cajero los fines de semana en Iguaima, pasaba por café internet ubicado en la calle diez con cuarta, allí empezaba a “navegar” como le decíamos en ese entonces, maravillado en conocer este nuevo universo que se asomaba con fuerza. El servidor era Explorer y su sonido era inolvidable: unos timbres seguidos que indicaban como el equipo se “trataba” de conectar a la red… algunas páginas tenían el aspecto del juego Minecraft que hoy juega mi hijo en su Playstation.
Acá no termina la historia, una semana antes del hecho narrado, mi esposa requería obtener un certificado de tradición de un vehículo, lo normal es consultar la página de la Secretaría de Tránsito para tramitarlo de manera virtual como lo hacemos a diario con la mayoría de nuestras diligencias, sin embargo, la página no dice mayor cosa, no es dinámica, simplemente están “ahí” sin prestar ningún servicio.
Para no hacer largo el cuento, solo supimos que atendían desde las 7:30 así que decidimos llegar antes, como no sabíamos donde quedaba, pusimos en el teléfono la dirección que allí aparecía, en efecto llegamos a un sitio donde había funcionado antes, no había nada, salvo una señora gentil quien indicó el trasladado, su ubicación era cerca de una bodega gigante de cerveza, al llegar nos encontramos con una cola gigante de personas en su mayoría tramitadores que no solo no respetaban el distanciamiento social en una ciudad que ha pagado caro el mal manejo que dio al covid, la cola duró 1 hora, se pago con billetes y nos entregaron un documento físico como constancia de ello, y todo esto sucedió 10 meses después de haber comenzado oficialmente la pandemia y el encierro en Colombia, no hubo cambio en nada.
Unos meses antes de que la OMS declarara al covid como pandemia, estaba con mi familia en Hill crest farmers market en San Diego California, compramos algunas verduras y frutas, y en uno de sus pequeños puestos, una señora formal proveniente de una granja, nos vendió un producto con una pequeña transformación ulterior, pagué con una tarjeta de crédito, algo normal, aunque pensé que por el precio diría que no la recibiría, por el contrario, la señora tomó un equipo modesto donde solo me preguntó por mi código postal en Colombia, le firmé una pantalla con un lápiz digital, me agradeció y chao! No necesité demostrar que era el dueño de la tarjeta, ni pasar la cédula, fue sencillo como debe ser.
Le comenté estos episodios a un amigo que es cercano a las administraciones, las ha conocido hace tiempo, mientras nos tomábamos un granizado de café que su esposa pidió desde su teléfono una tarde calenturienta en Ibagué, me dijo: lo que pasa es que hacer inversiones en esto no trae réditos políticos, a nadie le interesa, no se ve! En cambio, una vía se ve, se puede fotografiar para publicar en sus redes. Es claro entonces decir, que el gran ganador del 2020 fue el mundo de los bits, y que por supuesto ya muchos en el mundo estaban listos para ello, sin internet la catástrofe habría resultado mayor, sin precedentes, peor que 1929.
Es evidente el valor de internet en nuestras vidas, es la evolución frente a nosotros, pero creo que no lo piensan así en Ibagué, donde al parecer y repitiendo lo mismo que escribí en julio de 2019: seguirá siendo nuestro destino entonces la venta de herraduras, puntillas y cabuya?
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