PUBLICIDAD
A no dudarlo, es de allí, de tal cantera de pensamiento populista y totalitario, de donde
surge hoy la solidaridad, por igual con la vecina Venezuela que con Nicaragua, Chile, Bolivia e Irán en sus simpatías con la banda terrorista de Hamás, pese al rechazo universal a la guerra que aquella le impuso a Israel el 7 de octubre próximo pasado a través de un artera acción criminal que dejó inicialmente más de 1.400 muertos y llevó a la toma de 240 rehenes entre los cuales hay algunos coterráneos nuestros y de otros países latinoamericanos.
Una organización criminal que a través de tan atroz ataque de facto, no se abstuvo de utilizar a los ciudadanos de Gaza como escudos humanos, cometer execrables crímenes de guerra y contra la humanidad.
Solidaridad que solo se explica con la continuidad en la militancia con una concepción política del Estado que entró en declive en el orbe entero desde finales de la vigésima centuria y continúa en lo poco corrido del presente siglo, en cuanto se soporta en el autoritarismo y carece de la capacidad para generar la necesaria autosuficiencia de recursos, tanto materiales como humanos que garanticen un normal desenvolvimiento, en contradicción con la urgencia de procurar y obtener el verdadero equilibrio social que demandan los tiempos que corren.
Una clara ratificación de que nuestro mandatario, en tanto en cuanto izquierdista radical, continúa adscrito a aquella línea de pensamiento cuyas decisiones tienen un solo punto de emisión y que generalmente obedecen al querer de una sola persona: él; o a aquellas con identidad de propósito y comunidad de meta política con él, lo que desde ya presagia el modelo de gobierno que poco a poco tratará de ir adoptando Petro para Colombia, cuyas decisiones, a más de ser únicas, solo consultarán su propia conveniencia sin considerar los perjuicios que tales determinaciones puedan comportar para sus gobernados o haciendo abstracción de ello.
Por fortuna el pasado debate electoral -que sirvió a manera de plebiscito para calificar el grado de aceptación o insatisfacción de los electores para con el Gobierno, mostró a los simpatizantes con nuestra izquierda criolla, -una vez totalizados los resultados-, reducidos a su mínima expresión llegando apenas sí a un poco más del 10% del total de la fuerza electoral de las regiones y algo más del 8% en las municipalidades.
Y es que la consecuencia política con tan errónea orientación, no podía ser diversa: ojalá nuestro primer mandatario lo entienda:
Cambio de rumbo o catástrofe.
Comentarios