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Es una “cultura” muy arraigada en el país, heredera de Melquiades y su tribu gitana de Cien Años de Soledad, que ha conducido a la exaltación del engaño y la trampa, la apología del fraude y la mentira y al menosprecio del cumplimiento de las normas civilizadas de comportamiento, por parte de quienes piensan que la ley “es para violarla” porque “para ellos no sé hizo”.
Así, motociclistas, taxistas, choferes de bus y de carros particulares e incluso peatones de todas las pelambres transgreden las reglas de circulación poniendo en riesgo a los conductores que sí respetan los mandatos de las autoridades de tránsito y hasta sus propias vidas, para demostrar que “su viveza” les permite estar siempre adelante del que cumple las prescripciones de ley.
“Las colas”, -odiosas por cierto pero necesarias para obtener el orden-, son contravenidas por estos “vivos” en los establecimientos de comercio, bancos o al ingreso de espectáculos, rematando la transgresión con una mirada de menosprecio a los que pacientemente se someten a ellas.
Incluso políticos de los muchísimos partidos que tiene hoy el país y gran parte de los administradores de la cosa pública en “su viveza” se creen habilitados para utilizar en su propio beneficio los recursos públicos, pues, según ellos, la confianza de los “crédulos“ que los eligieron, les han dado patente de corso para hacerlo, “dejando la ley pa’ que la cumplan los de ruana”.
Y ni qué decir del comportamiento del E.L.N., auto llamada guerrilla, que a la perfección se encuadra en dicha cultura, en cuanto con desvergüenza absoluta y dentro del marco de la negociación con el Gobierno, afirma de cara al mundo y sin pestañear, que su accionar “…jamás ha afectado a la población civil”, a pesar que por años han depredado escuelas, templos, viviendas y resguardos indígenas, y asesinado a inermes hombres, mujeres y niños sin cuento en estado de total indefensión, o que no tiene secuestrado alguno, manteniendo en retención a muchos mientras esperan el pago del rescate.
Una “viveza” que derrochan a la par con la riqueza que les produce el narcotráfico, creyendo que su imagen va a ser cambiada de vulgares bandidos narcotraficantes, montados en un caduco credo comunista que los lleva inexorablemente hacia el despeñadero político, en humanistas y valientes adalides del pueblo, con solo hacer afirmarlo.
Sin pensar que la opinión, esa que consideran “boba”, está ya más que hastiada de su anacrónico discurso y tiene contra ellos un vigente sentimiento de indignación que ha sido expresado públicamente en todas las formas posibles.
No obstante, deben saber y de una sola vez, que la cultura de la viveza, así practicada, les está impidiendo ver hoy que los verdaderos “tontos” son otros.
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