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Porque una cosa fue otrora el noble espíritu insurgente que en diversas circunstancias de la historia y en diferentes lugares del globo, alentó una lucha contra una tiranía o en procura de reivindicaciones sociales injustamente negadas, y otra muy distinta el irracional y vandálico accionar de unas narco-pandillas, sin norte alguno diverso al imperio del narcotráfico y la toma del poder para implantar una anacrónica y trasnochada ideología seudomarxista como la que llevó al deterioro de Cuba y recientemente a Nicaragua y Venezuela, utilizando para ello toda clase de acciones de amedrentamiento a políticos, hacendados, campesinos, grandes y pequeños comerciantes, estudiantes, sacerdotes y amas de casa, sin discriminación alguna.
Es la misma violencia criminal que hoy revive las atrocidades de la liberal-conservadora de Colombia de los años cincuenta de la que se deduce el grado de torpe perversión de unos neobárbaros, que no han calculado el repudio general que produce su actuar entre los seres civilizados, simplemente porque no tienen sentido alguno de humanidad como el episodio que se vivió recientemente a raíz del secuestro del padre de Lucho Díaz, crack goleador de la Selección Colombia, ocasión que además nos permitió conocer el retorno a nuestros lares del delito de secuestro, con secuestrados atados al cuello con cadenas, propio apenas de los genocidas de Auswitz y de los demás campos de exterminio de la segunda guerra mundial que en su momento denunció Pablo Picasso con su “Guernica”, el monumental cuadro sobre el genocidio Nazi en España y que hoy se exhibe como testimonio de una época superada por gran parte de la humanidad en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Por tanto esperar gestos de paz con gentes de este talante, que así razonan y actúan, envalentonados por la desmedida riqueza que les produce el más lucrativo de los negocios ilícitos: el narcotráfico, y por la pasiva y tolerante actitud de la autoridad, resulta por lo menos candoroso e ingenuo, cuando no cómplice, como las mismas farc y el E.L.N- lo vienen corroborando con cada una de sus conductas, a través de las cuales dejan traslucir su reticencia a cesar hostilidades y reintegrarse a la vida civil.
Igual que pensar en la posibilidad de una desmovilización de esas “bandas” ricas y bien apertrechada, que creen tener “condiciones objetivas” de justificación en la orientación política del actual gobernante, los escándalos por corrupción, la incompetencia administrativa o el enriquecimiento ilícito de algunos empleados públicos.
Su tozudez los lleva, a que ni las consecuencias que su criminoso actuar puedan llegar a tener futuramente ante los tribunales internacionales de justicia, los arredre.
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