En su momento se dijo chavista: tras de la declaratoria de “mi nuevo mejor amigo”; hizo, después, un reconocimiento casi inmediato de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela.
Y ahora, recibe a Henrique Capriles; muestra interés para que Colombia sea miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde); manifiesta la voluntad del país para ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) y luego, remata por medio de uno de sus Ministros con la aclaración de que no es pertenecer sino pretender un eventual acercamiento en búsqueda de mecanismos de colaboración.
Cada una de estas jugadas, determinadas por momentos de crispación o por momentos de aparente unión, han gustado o causado rechazo en sectores de opinión, y con ello ha puesto a pensar a más de uno: generando reacciones, produciendo análisis, provocando cruce de versiones de diferente dimensión. Corroborándose que en temas de conveniencia jamás hay consenso.
Veamos las diversas posiciones puestas a manteles, con viandas más o menos encendidas. De parte de Venezuela: acusa al Presidente Santos de romper las reglas del acuerdo de Santa Marta que restableció las relaciones entre Venezuela y Colombia en agosto de 2010; afirman, además, que el Gobierno colombiano está invirtiendo fuertemente en el fin del proceso socialista en Venezuela; que el Presidente Santos quiere congraciarse con los integrantes más radicales de derecha de su país ante sus deseos de reelegirse; que Colombia está atendiendo a una nueva fórmula de desestabilización que requirió Estados Unidos en la visita que hace unos días hizo el vicepresidente del imperio.
Para evitar la propagación de estas versiones un sector de la clase política sale a la palestra con diferentes argumentos, los cuales condenso en las siguientes acotaciones: dentro del manejo de las relaciones exteriores el Jefe de Estado tiene la potestad de decidir a quien recibe en el territorio que tiene bajo su jurisdicción.
Entonces, ¿cómo no recibir a una persona que representa casi el 50 por ciento de otra nación?; bajo el principio de la libre autodeterminación de los estados, su representante legal es autónomo de recibir al que quiera; las buenas relaciones entre los pueblos no tienen reservas ni condicionamientos con cláusulas de exclusividad.
¿A qué está jugando y a qué le está apostando el Presidente?
Averígüelo Vargas, dice el adagio popular, pero el panorama nacional no requiere mayor esfuerzo investigativo para dar como respuesta a estos interrogantes, sin error de cálculo, la pretensión presidencial: La reelección.
Para ello el presidente Santos está generando afectos y desafectos; inyectando estrategias de inserción global, generando, en constante, nuevos discursos para revigorizar las encuestas.
De ahí que solo en una semana hizo tres jugadas inesperadas variando su estilo y táctica como buen jugador tricky de póker.
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