Violencia cultural

Mauricio Martínez

Cójanlo…cójanlo, grita en la calle el atracador que es perseguido por la Policía para desviar la atención y salvarse de la captura. Este comportamiento ha sido explicado por los psicoanalistas como un mecanismo de proyección de las propias sombras sobre los demás para liberarse de complejos o sentimientos de culpa, mediante la búsqueda de “chivos expiatorios” la cual generalmente recae sobre sujetos más vulnerables (Reiwald): así se han explicado fenómenos como la homofobia, xenofobia o aporofobia (desprecio y miedo a los pobres). En la actividad política sucede lo mismo, cuando, quien usufructúa el poder con clientelismo, amiguismo, nepotismo, mediocridad, etc., necesita desviar la atención de la opinión pública, calificando como “politiquero” a quien lo critica o le hace oposición.
PUBLICIDAD

Es muy conocida la anécdota de Pinochet, quien en 1983, agobiado por las críticas democráticas que le hacían a su dictadura, publicó un pasquín con el título “Política, politiquería y demagogia”, en el que calificaba como políticos a quienes “sacrificaron estoicamente todo interés personal en beneficio de los superiores intereses de la patria”, mientras tachaba de “politiqueros” a sus opositores porque “transformaron el trabajo noble del político auténtico… en una actividad  de pago de favores electorales, prebendas y beneficios personales”. Pero no sólo los dictadores utilizan esta estrategia, denominada por el Ministro de propaganda del régimen nazi alemán Goebels, como Principio de Transposición, consistente en cargar sobre el adversario las prácticas propias, los errores o defectos; los que se consideran demócratas, aunque critican esta práctica, también la utilizan. Así como son fieles al Principio del mismo régimen de Simplificación y Enemigo único, reuniendo adversarios en una sola categoría, v.g. simplificando y culpando de todo a los narcos o terroristas.

En la Sociología política (Galtung por ej.) se denomina violencia cultural la expresada en este tipo de discursos, inducciones, manipulaciones o imágenes que arrastran a la opinión pública, para que se apropie de la realidad parcializada o distorsionada de otro tipo de violencia, aquella directa (muertes, masacres) o estructural, proveniente de estructuras de poder (también llamada injusticias sociales). De esta manera, por ejemplo, la violencia institucional -mediante ejecuciones extrajudiciales- es presentada como “ajuste de cuentas” entre actores ilegales, o la depredación de la naturaleza como “desarrollo sostenible”.

Históricamente la violencia cultural ha utilizado instrumentos como las religiones (invención de Mesías; las lenguas (obligando a utilizar unas y prohibiendo otras); las ideologías (presentación de supuestos delincuentes por naturaleza), etc.,  y en la época actual las llamadas Fake news o noticias falsas (llegada de la perversión mediante la ideología de género), difundiendo o incrementando el miedo de la población respecto de ciertos delitos y no de otros, para que extrañe o exija protección de las autoridades, pida aumento de penas (cadena perpetua) o se incline por candidatos mediocres pero autoritarios, supuestamente representantes del “orden”. La cultura patriarcal, es un ejemplo claro de este tipo de violencia: lo construido socialmente como perfecto,  debe gobernar lo supuestamente imperfecto, lo impuesto como inferior debe subordinarse a lo superior; de esta manera se justifican prácticas de dominación cultural como el supremacismo racial, de sexo, regional, partidista, etc., la dominación del hombre sobre la naturaleza, del adulto sobre el niño o del hombre sobre la mujer, cual objeto suyo, tal como lo predican ciertos géneros musicales colombianos.

 

MAURICIO MARTÍNEZ

Comentarios