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Lo que podríamos llamar novedoso de toda esta contienda electoral se vivirá precisamente con la puja que se dará en las consultas, una especie de primarias, como se llama en EEUU y otros países, cuando se define entre los miembros de un mismo partido, entre partidos o movimientos quién será su elegido para competir por la presidencia en la primera vuelta del 29 de mayo. Y cuántos votos sacan, para mirar opciones reales.
Aunque todavía le falta mucho por ajustar, reglamentar y normar frente a los acuerdos, los cumplimientos, los compromisos, qué se puede hacer y qué no con mayor claridad para evitar deslices e incumplimientos, la consulta es sin duda un gran ejercicio para mayores espacios democráticos de discusión de ideas, propuestas y pareceres sobre los temas nacionales de interés, donde varios aspirantes puedan participar –aunque hoy mayoritariamente son los mismos políticos de siempre-, se escuchen otras voces, están otros rostros y nuevos mensajes que es, sin duda, lo que debe fortalecerse para este ejercicio en el futuro.
Es un contrasentido escuchar a algunos que se dicen demócratas y de espíritu o ideas liberales –no del viejo y carcomido partido- expresando su malquerencia o rechazo a las consultas que porque “hay muchos candidatos”. ¡Que absurdo! Obtusos hasta los tuétanos; al contrario, ojalá fueran el doble de candidatos los que hoy ponen su nombre a consideración de los colombianos y por ley todos tuvieran que ser entrevistados, invitados a debates, escuchados y gozaran de las mismas garantías para transmitir sus pensamientos y así ser más conocidos nacionalmente para contar con un amplio abanico de aspirantes del cual escoger. Eso sí es participación, anchura democrática y salir de la dedocracia de las roscas que escogen en la oscuridad, aislados de la realidad y encerrados a “los supuestos elegidos”, los “herederos”, a los del “toque divino”, “los iluminati”, que presuntamente poseen el don de dirigir los destinos del país. Pues esa fórmula ha demostrado su fracaso total y absoluto en la historia moderna del país con presidentes paquetes, empleados de ciertos sectores económicos, que no gustan del pueblo, alejados de la provincia y de la realidad nacional, egocéntricos, con ínfulas de virreyes y en una burbuja que les nubla la razón.
Ya en 2018 se realizaron dos consultas interpartidistas el mismo día de la elección del Congreso, como sucederá el domingo próximo. La Gran Consulta por Colombia, del Centro Democrático (Iván Duque obtuvo 4.044.509 de votos) por una Colombia Honesta y Fuerte (Martha Lucía Ramírez, obtuvo 1.538.882) La Patria de Pie (Alejandro Ordóñez obtuvo 385.110); mientras que la Consulta Inclusión Social por la Paz de la Colombia Humana (Gustavo Petro obtuvo 2.853.731) y Fuerza Ciudadana (Carlos Caicedo con 515.309). Ya en 2017, en septiembre, el partido Liberal había adelantado la suya entre Humberto de la Calle (365.368 votos) y Juan Fernando Cristo (con 324.777). Es decir, un poco más de diez millones de colombianos participaron en ellas, lo cual refleja una buena aceptación; esta vez ojalá muchas más personas participen escogiendo el candidato de su preferencia.
Igual que lo hagan cuando tengan en sus manos los tarjetones de Senado de la República y Cámara de Representantes, que cada cual recuerde que es ahí, durante esos dos segundos, que tiene el poder absoluto y real en sus manos, ese momento consigo mismo sin interferencias para cambiar, renovar o premiar con su voto una de esas 172 sillas de la Cámara y las 107 de senadores, bueno 102, porque los otros hacen parte del acuerdo de paz.
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