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Ganó contra todo pronóstico, se convirtió en un líder carismático, directo, sincero, con claridad en las ideas que transmite y las palabras que escoge para hacerlo. Sin duda un hombre culto, estudioso, riguroso académicamente, a lo que suma audacia y entusiasmo. Con 45 años ya repitió la presidencia de su país. Afrontó huelgas y movimientos sociales con justos reclamos y a una extrema derecha francesa ultranacionalista que creció gracias a enarbolar la aporofobia y sacar provecho de las difíciles condiciones generadas por la pandemia del Covid - 19 y la crisis económica mundial, en especial de ingresos y desempleo.
Este Ministro de economía del gobierno de Hollande (2014), fundó su movimiento político llamado ¡en marcha! (2016) para ganar su primera presidencia un año más tarde. Para lograrlo, según el escritor Rupert L. Swan, lo que generó en su momento fueron una especie de siete pilares básicos atreviéndose hacer auténtico en un mundo intoxicado. No se dejó marcar por ningún partido y creó su proyecto político propio, más cercano a las necesidades y comportamientos ciudadanos que a estructuras rígidas y arcaicas tradicionales.
No ha dejado casi nada guardado de su vida profesional, familiar, amistades, rumbas, vacaciones, es decir, es un ser de carne y hueso, un ciudadano más. Igualmente, hasta hoy se ha presentado como una persona que no habla de lo que no conoce y lo hace saber. Discreto en aquellos temas en que requiere apoyo, consultoría o guía de expertos o conocedores.
No se ha casado con izquierda o derecha sino que se ha mostrado muy pragmático tomando iniciativas de un lado y de otro para aplicarlas. Se ha rodeado de gente extremadamente capacitada en muchos campos de la vida económica, social, educativa, social y política, son pocos, pero se dice que busca que sean los mejores.
Su pragmatismo lo ha llevado a no hacer promesas o anuncios, si no dar explicaciones a las acciones por tomar para buscar cambios y no obtener los mismos resultados; tal vez es eso lo que más le valoran, porque lo muestra como una persona en la que se puede confiar.
Así mismo, estableció una especie de valores inamovibles por los que quiere que se le reconozca en su actuar público, una especie de principios que permanente repite y recalca públicamente: trabajo, libertad, fidelidad y apertura.
Interesante resulta entonces conocer ahora que ha comenzado un nuevo capítulo de la historia patria colombiana con el presidente Gustavo Petro a la cabeza - un excombatiente de izquierda que por primera vez se sienta en el solio de Bolívar-, estudiar y seguir la pista a ese tipo de referentes, de líderes mundiales y sus gobiernos, que aunque con altas y bajas han demostrado que se puede girar en la conducción del Estado con sentido liberal garantista, en busca de una sociedad más justa y equitativa –más no igualitaria-; sin recurrir a locas aventuras que den al traste con la institucionalidad, la democracia o las libertades ganadas.
No estoy diciendo que Petro sea Macron o Colombia sea Francia, pero sí que se pueden llevar a cabo cambios estructurales en todas las esferas del Estado e impactando la sociedad de forma tranquila y concertada entre todos los interesados. Y mucho más si lo hacen quienes tienen una forma distinta de concebir las soluciones a los problemas de siempre.
Óptica periodística.
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