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Nuestro municipio merece una verdadera planeación estratégica que impacte de forma real en la creación de empleo, mejore la movilidad y la malla vial, responda a la inseguridad descontrolada y creciente y solucione de una vez por todas la grave problemática de continuidad o suministro de agua potable a muchos sectores.
Decía Leonard Goodstein que la planeación es un proceso de establecer objetivos y escoger el medio más apropiado para el logro de los mismos antes de emprender la acción, lo cual en Ibagué se está haciendo al contrario o no se lleva a cabo. Sobre la planeación estratégica se puede afirmar que se concibe como “el proceso por el cual los miembros guía de una organización prevén su futuro y desarrollan los procedimientos y operaciones necesarias para alcanzarlo” (García, E. 2014).
Y uno de los grandes referentes de la planeación estratégica -Goerge Steiner- la definió en relación con cuatro puntos de vista distintos: primero, el Porvenir de las decisiones actuales. Es decir, que la planeación estratégica observa la cadena de consecuencias, de causas y de efectos durante un tiempo, relacionados con la decisión real o intencionada que se va a tomar. Segundo punto, sobre el Proceso. O sea, divide de antemano qué tipo de esfuerzo debe hacerse y cómo deben realizarse, quién lo llevará a cabo y qué se hará con los resultados. En tercer lugar, desde la Filosofía; porque la planeación estratégica es una actitud, una especie de forma de vida, representa un esfuerzo mental, un proceso y ejercicio intelectual. Y cuarto punto, la Estructura. Con lo cual se establece el plan estratégico, los programas a mediano plazo, los presupuestos a corto plazo y los planes operativos.
Pero de todo esto no se puede olvidar, y es lo que evidentemente parece haberse obviado en Ibagué por lo que padecemos todos los días, que esa planeación estratégica tiene unos principios básicos y simples, a saber: uno, de Objetividad, es decir, soportarse sobre hechos reales y no sobre opiniones subjetivas políticas. Hacerlo más sobre informes, datos estadísticos, cifras y documentos; pero por los “resultados” palpables aquí se ha hecho al contrario. Otro principio es el de la Medición, en cuanto a que los planes se expresen no solo cualitativa si no cuantitativamente, se pueda medir cuánto se requiere para lograrlo, cuánto se gasta y si se está alcanzado lo propuesto.
Un tercer principio es el de la Precisión. Que hace referencia a que no se hagan dichos planes con afirmaciones genéricas y vagas –por si les suena a lo que cada rato vemos en anuncios y promesas como si aún se estuviera en campaña- sino con cantidades, volúmenes, porcentajes de logro e indicadores de tiempo, etc. Así mismo, es necesario el principio de Flexibilidad, dejar un margen para ser modificado como consecuencia de los cambios que surjan externa a internamente. Así como un el Principio de Unidad de Dirección, uno solo para cada función y no medidas y acciones dispersas y dependiendo de quien ocupe qué cartera, por si nos suena común en Ibagué.
Por último y no menos importantes, el principio de Rentabilidad y el de Participación. Con el primero se pide logar relación favorable entre los beneficios que se esperan con la aplicación y los costos que exige cumplirla; con el segundo (Participación), que quienes estructuren el plan y quienes deban aplicarlo participen de él, lo conozcan y entiendan para que trabajen conjunta y coordinadamente.
Como dije es solo un “recorderis” de qué es Planeación Estratégica y esperar si por un milagro divino dejan de lado -en estos 15 meses que restan de periodo administrativo-, tanto empalagoso show mediático vacío, ese falso liderazgo de activismo con acciones desconectadas y sin rumbo, que no alivian ni solucionan los graves problemas que afronta el municipio. No es más. A Ibagué hay que planearla estratégicamente.
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