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Más allá de las peleítas políticas, de los cálculos electorales, de agrados o desagrados por el Gobernador del Tolima, Ricardo Orozco, o por grupos políticos específicos, lo verdaderamente importante y cierto es que ese es un hecho realmente histórico para garantizar un mejor futuro a muchas jovencitas y jovencitos en este terruño.
Arrebatándoselos así de las garras al hampa, los vicios, el ocio permanente, el desánimo que los puede envolver en un mundo de necesidades insatisfechas, llevándolos a tomar malas decisiones que son impulsadas por la excesiva procrastinación que encierran los cuadros de la desesperanza.
Una decisión política, administrativa y financiera sin precedentes que pone al Tolima en la ruta correcta para superar la pobreza, el atraso, la falta de oportunidades y el concretar nuevas apuestas por un desarrollo económico y social sustentable, a través de ciudadanos cada vez más conscientes o al menos con mayor nivel educativo e intelectual, que les permita más concienciación frente a trabajar desde lo público y lo privado en beneficio de las mayorías y no de grupúsculos, círculos personalistas o intereses individuales y para ciertos sectores y sus intereses.
Esa ordenanza redactada, discutida y aprobada por la Asamblea Departamental marca un hito en nuestra historia y en la del país y por lo cual debe reconocerse a cada uno de los diputados que hacen parte de la Duma, quienes la tramitaron y aprobaron sin importar su partido o movimiento político; lo que allí demostraron fue enorme grandeza por el Tolima e hicieron un aporte real desde un órgano de control y dirección política en la transformación de nuestro territorio y su gente. Sembraron la semilla de cambios positivos y para mejores condiciones de nuestros conciudadanos, que seguramente no veremos en el corto plazo, pero sí en el mediano y largo.
Al gobernador Ricardo Orozco debe reconocérsele su empeño y liderazgo en materia educativa, lo mismo que al secretario de Educación Departamental, Julián Gómez, al secretario de Planeación, Juan Pablo García, a las secretarías de Hacienda y Jurídica y todas las demás que seguramente hicieron parte para buscar el equilibrio financiero y estudiar la ruta legal para poder llevarlo a cabo. Porque sin duda, decisiones de fondo de ese tipo son el resultado del trabajo de muchos.
A veces nos quedamos más con el show, con el chisme, el cuento, el invento, el rumor, la fake por su impacto morboso, lo novelesco, mediático y de fácil esparcimiento en redes, que en reconocer con franqueza y sin ambivalencias, sin importar de quien o desde donde vengan, este tipo de acciones transcendentales como la de asegurar educación superior gratuita.
También, somos tímidos y algo mezquinos en no reconocer públicamente, como es debido, esas buenas iniciativas, esas decisiones desde lo público y resaltar que nos convertimos en referentes para el país en ese tema de educación superior pública gratuita, antes que los gobiernos nacionales que tienen más vitrina para hacerla visible.
Así como lo hizo el Tolima antes que el Gobierno nacional, también lo hizo antes que gobiernos locales como los de Medellín o Bogotá que sí se han encargado de “cacaraquiarlo” por todas partes, en todos los medios y todos los escenarios posibles como hecho histórico único y como si fuesen los primeros en hacerlo en Colombia, cuando la realidad es que fue el Tolima donde se marcó la pauta en ello, pero se es timorato en evidenciarlo.
Seguramente a esta iniciativa habrá por mejorarle, controles que hacerle, seguimientos a sus beneficios, ajustes, observaciones y correcciones, bienvenidas sean todas y de parte de todos nosotros, con tal de seguir transformando positivamente las vidas de nuestros paisanos.
En fin, solo falta esperar que los tolimenses copien y aprovechen esta oportunidad para estudiar gratuitamente y no se deje de llenar ni uno solo de esos cupos universitarios, que no se conviertan en moneda transaccional electoral, que los recursos lleguen a tiempo, se supervise la inversión y se imparta educación pertinente y de calidad. ¡A estudiar!
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