Al oído de Santos

La decisión del Tribunal de Justicia de La Haya le brinda al presidente Santos una oportunidad de oro para mostrarse como un gran estadista y un líder de talla continental.

Este es, quizá, el desafío más importante y trascendental de su vida. De las decisiones que tome, de la posición que asuma ahora, dependerá en buena parte no sólo su futuro político inmediato (su relección) sino su proyección en la historia nacional. Esto nos va a revelar de qué está hecho el Presidente.

No hay que llorar sobre la leche derramada. Los hombres grandes se
elevan como la cometas, con el viento en contra. Hay que coger el toro por los cachos. Lo primero es nombrar un embajador del más alto nivel en Managua. Alguien con la suficiente sensibilidad política para entenderse con Ortega, hablarle al pueblo nicaragüense y proponer
audacias. Lo que corresponde no es alejarnos de Nicaragua sino acercarnos a ella; y hacerlo con fraternidad y respeto, y con espíritu latinoamericano y caribeño. Propender por una integración profunda, real, que supere la tradicional retórica integracionista. Una integración de los pueblos para que estos hagan de este bello mar el corazón de las Américas. El Tribunal de Justicia de La Haya no nos va a sacar del Caribe porque un parte de nuestra esencia lo es de manera incontrovertible, y punto.

En el Caribe hay peces para todos.  Las fronteras son construcciones
políticas, y sólo basta con que los hombres se pongan de acuerdo para modificarlas. No nos vamos a ir a una guerra con este pueblo hermano por una franja de mar que durante años mantuvimos en el olvido, como puede testimoniarlo el noble pueblo sanandresano. Igual que tuvimos en el olvido a Panamá, o como mantenemos en el olvido y en el abandono a Chocó, la Guajira, Arauca, Guainía o Amazonas.  Una integración comercial, pesquera y aduanera con Nicaragua puede hacer inane el fallo. Esta sentencia tiene la extraña virtud de ponernos a mirar hacia el Caribe, pues hagámoslo en serio. Fortalezcamos los vínculos con Nicaragua, con Belice, Costa Rica, Guatemala, Honduras, El Salvador, Panamá y con el resto de pueblos caribeños. Acatar o no acatar el fallo es un falso dilema. Hay que alejarse tanto de argucias y tinterilladas como del patriotismo populista. Asumir a través de la política y de la diplomacia el fallo, y eso pasa por proponer una imaginativa integración que conduzca a la reincorporación de Cuba a la comunidad interamericana y la reinvención de la cuenca caribeña. Lo
que la hora exige es más Caribe.

Lo otro que Santos puede hacer reformar a fondo la cancillería, para
que los cargos diplomáticos respondan a los intereses nacionales y dejen ser el botín burocrático con que se pagan favores electorales (o de alcoba), o se da refugio a maleantes de cuello blanco. Es el momento de tener política exterior y una cancillería profesional, fuerte, y alejada de la politiquería. Esta es una asignatura pendiente desde hace casi doscientos años. Si Santos logra hacerla le habrá cumplido a Colombia en uno de los ámbitos que a él más le gusta, la política externa. Ésta también es la ocasión para trazar una genuina política de fronteras, algo que ha brillado por su ausencia. Debemos dejar de ser un país de fronteras internas que limita consigo mismo. Para ello hay que cambiar la endémica mentalidad centralista y darle a las regiones
y provincias mayor autonomía, a fin de que puedan desarrollarse y contribuir a hacer grande el país.

Presidente Santos: tenemos la oportunidad de demostrar que no somos
el rufián de esquina que se pasa por la faja la legalidad internacional y agrede a sus vecinos. No necesitamos hacer bravuconadas populistas ni probar que somos los que mandamos en el barrio. Altura de miras.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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