Durante los más recientes 15 años Colombia apostó por un modelo económico exportador basado en el sector minero-energético. Ya habrá oportunidad de evaluarlo de manera objetiva y serena. Pero a juzgar por algunos indicadores, fue una apuesta fallida. Se exacerbó la conflictividad social, lo que produjo enfrentamientos violentos entre las comunidades y la fuerza pública, y generó un sentimiento de expolio que en plena globalización no debería existir, si el sector y el modelo hubiesen sido capaces de superar el paradigma extractivo de tipo colonial.
En este momento hay en proceso medio centenar de consultas populares contra la minería y el petróleo, so pretexto de su carácter depredador, pero en realidad este debate esconde otras causas; algunas políticas y otras que tienen que ver con su baja capacidad para redistribuir riqueza, particularmente la minería. Pero seamos sinceros. En cuanto al petróleo, el gas y el carbón (energías fósiles), Colombia está lejos de poderlas reemplazar. Esa tarea nos tomará décadas. Cualquier cosa que se diga en sentido contrario es demagogia. Colombia no puede prescindir de dichas energías, y lo que es peor, corre el riesgo de importar gasolina en menos de cinco años, lo que tendrá impactos demoledores en la economía del país.
Ahora bien, la locomotora minero-energética descarriló a partir del colapso de los precios internacionales en 2013, cuando pasamos de 120 dólares barril a menos de 40 dólares. Por petróleo el fisco dejó de percibir 23 billones de pesos al año, lo que estamos pagando con un aumento de impuestos, casi todos regresivos. Y en lo referente al oro, pues ni hablar. Lo que percibe el país en regalías no alcanza a compensar ni siquiera la mitad de los costes sociales y ambientales. El tema es largo. ¿Hacia cuál sector debemos mirar ahora? En mi opinión existen dos grandes oportunidades. Una, volver al campo. A la producción de alimentos. Estamos importando 14 millones de toneladas de alimentos, principalmente maíz. Absurdo. Aun así, las exportaciones de productos agropecuarios, alimentos y bebidas entre enero y agosto 2017 fueron de $5.026,5 millones de dólares, un aumento del 13,4%, resultado de las mayores ventas de café´, que crecieron un 20,1%.
El impulso a los cafés especiales que viene dando el Gobierno departamental es una decisión acertada. En este campo el Tolima tiene mucho que aportar. No solo es el tercer productor nacional, sino de los primeros en calidad. Hay un boom de cafés especiales que tenemos la obligación de aprovechar. El gobernador Óscar Barreto, el secretario de Desarrollo Agropecuario, Juan Rodrigo Alvarado, y todo su equipo de trabajo lo tienen claro. Este reverdecer cafetero se puede ligar con turismo rural en clave de paz, que es la otra ventana de oportunidad. Es cuestión de generar alianzas público-privadas, con ese rico tejido social que existe en la región. Ahí está el futuro. El café une, el oro divide. Tenemos que volver al café. No me cabe la menor duda. Pero debemos aprender la lección: hay que agregar valor, no solo es exportar en grano.
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