El próximo martes vence el cese al fuego y de hostilidades pactado entre el Gobierno y la guerrilla del ELN. Sería deseable que se prolongara de forma indefinida, mientras continúan las conversaciones y se llega a un acuerdo definitivo que ponga fin a esa confrontación. Qué sentido tiene prolongar un conflicto que no tiene futuro. Para qué sacrificar inútilmente tantas vidas jóvenes. El comando central (COCE) del ELN sabe que no tiene ninguna posibilidad de llegar al poder por medio de las armas; sabe que, de persistir, lo único que les espera es la cárcel, la muerte o el olvido. Sabe que el suyo es un conflicto sin esperanza, pues no existen condiciones internas ni externas que induzcan a pensar lo contrario. Esa es la realidad real. Insistir en las armas después de medio siglo de probada inutilidad sería una torpeza política histórica.
Pero hay más. Volver a volar torres de energía y oleoductos, volver a secuestrar o a matar policías, volver a la vieja historia solo serviría a las fuerzas que dentro del establecimiento solo quieren prolongar el conflicto armado porque les resulta funcional a sus intereses. Éste es una especie de pesada niebla que cubre yagas e injusticias. La corrupción, por ejemplo. Prolongar el conflicto armado es ser idiota útil. Hay que estar ciego para no verlo. Además, sería frustrante para quienes hemos apoyado una solución política, un fin dialogado, que se retrocediera. En fin, sería la peor de las equivocaciones. El ELN debe valorar, igual que el Gobierno, por supuesto, el apoyo y el acompañamiento del papa Francisco y de la Iglesia a los diálogos de Quito. Hace unos días, el padre Darío Echeverri, en un artículo en El Espectador, contaba cómo a comienzos de este siglo, Fidel Castro, les dijo a los representantes del ELN que el mundo ya no era un lugar para la guerra sino para la confrontación política.
Se debe mantener el silencio de los fusiles. Hay que darle una oportunidad a la política, a la palabra y avanzar sin miedo. La semana pasada, Rodrigo Londoño, líder máximo de la Farc, reconocía el papel de las fuerzas militares y de la policía como garantes de su propia seguridad. Y es que la paz que se está construyendo poco a poco, está siendo posible gracias a las FFMM y a la Policía. El momento pues, no puede ser más propicio para continuar con los diálogos, manteniendo el cese al fuego y de hostilidades. La guerrilla y el gobierno deben propiciarlo. Eso esperamos millones de colombianos.
Para ello es útil apelar a la ética de la similitud, de la cual fue inspirador el padre Camilo Torres Restrepo, quien dijo alguna vez: “No voy a discutir con los comunistas si el alma es inmortal o no. Pero me puedo poner de acuerdo con ellos en que el hambre es mortal”. Esta es la única manera de seguir adelante por el camino que debe llevarnos a una era de paz que hasta la fecha nos ha sido esquiva.
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