Es una lástima que por nuestra ancestral cultura politiquera las gentes de bien se hayan alejado de la cosa polÃtica y pública facilitando el camino a quienes las adoptaron como forma de vida y que buscan, a través de ella, acrecentar su patrimonio, lo cual explica la corrupción que ronda todo lo que sea elección popular.
Además, el desarrollo histórico ha mostrado la absoluta inutilidad de instituciones como las asambleas departamentales que sólo sirven para medrar los pedazos de poder que faciliten el ejercicio de una propia concepción de democracia y, por ende, del desarrollo de su personalÃsima empresa polÃtica.
Desde luego que la culpa no es de los politiqueros de oficio, pues ellos hacen lo que los demás les permitimos; los verdaderos responsables somos todos nosotros que, por cualquiera que sea la razón, no participamos como debe ser en los procesos electorales, facilitándoles el camino a quienes precisamente criticamos.
Desde esta perspectiva la solución está en nuestras manos, para lo cual debemos tomar conciencia de la responsabilidad que nos atañe y dejando de lado la apatÃa que nos ataca, meternos de lleno en el quehacer polÃtico, lo cual obligarÃa a los eventuales candidatos a pensar más en el fondo, como debe ser, y menos en la forma como desgraciadamente es.
Si todos en lugar de criticar ayudáramos a construir otro serÃa el destino de nuestro paÃs y otra la suerte de quienes llegan a los cargos públicos tan solo a saquear el erario al que aprietan hasta estrangularlo, como lo estamos viendo con todos los escándalos que nos agobian.
Votar es un deber y hacerlo bien es una obligación, por lo cual los invitamos a que indaguemos sobre los candidatos y castiguemos moralmente a quienes ven en la polÃtica una forma de enriquecimiento, es decir votemos bien.
Ad portas de la elección de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales se percibe simplemente más de lo mismo, es decir una sensación de politiquería barata, ausente totalmente de propuestas serias, basada simplemente en la publicidad con la cual se pretende maquillar la inexistencia de argumentos convincentes que indiquen por quién debemos votar.
Credito
Eduardo Pilonieta Pinilla
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