La apuesta del Alcalde Guillermo Alfonso Jaramillo para transformar a Ibagué ya se nota, eso se advierte no solo en las medidas que ha tomado en temas de coyuntura sino en particular en aquellas que proyectan la ciudad.
Iniciando la ultima semana de mayo del primer año del gobierno ya se puede ver qué quiere el Alcalde y cuáles son sus metas para la ciudad.
A muchos les sorprendió sus anuncios con relación a las alianzas publicas privadas, en particular a quienes compraron el discurso que por ser Jaramillo de izquierda no usaría esa estrategia de inversión. Tal sería el desconcierto de sus detractores que salieron a criticar el modelo y no la decisión.
El Alcalde mandó este mensaje: la defensa de lo público como un bien colectivo no riñe con la inversión privada, siempre y cuando esta última no segregue a la gente ni deprede el territorio.
Ahora esperaremos que tan capaces son de invertir aquellos que desde hace un tiempo atrás venían reclamando esta opción.
Es un acierto la adopción del modelo de desarrollo humano integral basado en la búsqueda de la dignidad humana para los ibaguereños.
Terminada la pasada campaña política afirmé que si algo había descubierto durante esos meses era que en nuestra región uno de los mayores problemas es el alto nivel de pobreza democrática.
La falta de libertades políticas de quienes viven bajo el yugo del clientelismo y la poca democracia participativa tanto en Partidos Políticos como en la comunidad en general crean condiciones que afectan la dignidad humana.
Que Jaramillo establezca que para recuperar la confianza de la gente en lo público y en los gobernantes se deben superar aquellas prácticas políticas que menoscaban las oportunidades de la gente y que atentan contra su dignidad es el camino correcto.
Su compromiso frentero contra la apropiación indebida o mal uso de los recursos públicos, las prácticas clientelistas, el enriquecimiento ilícito, las contrataciones amañadas, la inequidad en el acceso a los bienes y servicios que debe prestar el Estado en lo local y la discriminación por razones diferentes a las capacidades es consecuente con el anhelo de quienes lo elegimos.
Quienes acompañamos a Guillermo Alfonso esperando que desde su gobierno se pudiera cambiar ciertas actitudes y costumbres compartimos el tercer mandamiento de su Plan de Desarrollo: No robar.
Y aunque todos sabemos que lo correcto y para muchos es nuestro séptimo mandamiento, se volvió costumbre para algunos personajes sumarse al conjunto de complicidades de ciertos gobernantes que llegan a robar.
Declarar este mandamiento es oportuno y clave para el cambio en Ibagué: Los bienes y recursos públicos son sagrados, son de todos y nadie puede apropiarse ni usufructuar de ellos. Cero tolerancia a la corrupción como principio de actuación.
Los ibaguereños estamos atentos de no dejarnos engañar de aquellos que atacan al Alcalde intentando debilitar el gobierno y el propósito de cambio. La noticia para estos personajes es que mucha gente buena está dispuesta a proteger desde el corazón a un gobierno que quiere sacar adelante a Ibagué.
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