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En realidad, la mayoría de quienes manifiestan querer participar saben que en política lo de dialogar es solo cuestión de buenas maneras, y que estas solo sirven de homenaje a Bruño, pues lo que realmente les importa es defender sus intereses de clase o, de no existir estos, el interés en la coima, el contrato o las posiciones burocráticas.
A Petro lo ha movido siempre un interés de clase, así no lo haya explicitado de manera concreta, o lo exprese a través de fórmulas socialdemócratas, que no son fórmulas revolucionarias, pero que en un medio como el nuestro parece que lo fueran, y en muchos aspectos lo son, pues confrontan un statu quo capitalista tan retrógrado que cualquier cosa que para el bien del pueblo se le pueda cambiar resulta de avanzada.
Desde que comenzó su mandato, Petro ha orientado sus esfuerzos de diálogo a lograr transformaciones interesantísimas y convenientes para las grandes mayorías, pero solo ha podido conseguir que le aprueben el plan de desarrollo, la reforma tributaria, la reforma pensional y alguna otra iniciativa menor, pero todo al precio de inmensas concesiones. Porque siempre que se hable de diálogo y acuerdos, tendrá que entenderse que estos llevan implícito el hacerle concesiones al interlocutor, siempre en desmedro de lo que se quiere conseguir.
Así, por ejemplo, para que hubiera habido reforma tributaria, tuvo que renunciar a captar impuestos de los dueños del país por 10 billones de pesos, aceptando que tal reforma produjera no 29 sino solo 19 billones. Para que hubiera reforma pensional, le tocó aceptar convertir en clientes forzosos de los fondos privados a todos los trabajadores que devengan más de 2,3 salarios mínimos. Y si no hubo reforma a la educación es porque, para que la hubiera, habría tenido que aceptar que los mercaderes de la educación privada pudieran tener acceso a los recursos de la educación pública.
Pese a las tantas concesiones a que se ha visto obligado, Petro sigue insistiendo en los acuerdos, y es posible que pueda alcanzar algunos. De lograrlo, podríamos esperar algunas nuevas reformas, que es lo deseable. Sin embargo, no nos hagamos ilusiones. Las que se logren saldrán tan recortadas como las que hasta hoy hemos visto, a no ser que ese ambiente político que obliga a tantas concesiones sea superado por las masas en las calles, haciendo que tal ambiente cambie de signo en beneficio de las grandes mayorías.
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