Hablando de candidatos

Rodrigo López Oviedo

Ya comienzan a alinearse en el partidor de las próximas elecciones algunos aspirantes al solio presidencial.
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Lo característico de todos ellos es que coinciden en recordar los padecimientos de su querido pueblo, pero no que tales padecimientos hubieran podido encontrar solución de parte de los gobiernos que han estado en manos de las castas a las que pertenecen, pero que no la encontraron por no corresponder a sus intereses.

De tales recuerdos hacen parte la pobreza extrema, el nulo apoyo a la pequeña y mediana empresa, el abandono de los trabajadores informales, el desamparo de las madres cabeza de hogar, los padecimientos de los colombianos de la ciudad y édel campo, los viejos desatendidos, la inseguridad, etcétera, etcétera.

No estamos hablando, por supuesto, de Miguel Uribe Turbay, nieto de Julio César Turbay, el presidente aquel del Estatuto de Seguridad, el las oligarquías emergentes, el que prometió reducir la corrupción a sus justas proporciones, sin que se supiera a cuánto equivalían ni que bajo su gobierno adquirirían magnitudes hasta entonces nunca imaginadas.

No, no nos referimos a Uribe Turbay, un personaje que se ha caracterizado por no proponer nunca nada en lo que atañe a soluciones, y sí por ver como aborta las que el presidente Petro le propone al Congreso.

Nos referimos más bien a personajes como Paloma Valencia, mujer salida de las entrañas de la casta oligárquico latifundista del Cauca, nieta de Guillermo León Valencia, el titular del remoquete de presidente de la Paz, adquirido entre trago y trago a través del exterminio de campesinos que antes se enfrentaban entre sí bajo las insignias rojas y azules, pero que ahora estaban comprendiendo que el hambre de los de un estandarte tenía el mismo origen del hambre de los del otro.

A este Guillermo León Valencia se le conoce como el causante de que los campesinos tuvieran que alzarse en armas a través de las Farc, al sentir sobre sus cabezas las bombas de napalm que se les arrojaba desde los cielos de Marquetalia bajo la presión norteamericana y su plan LASSO.

A diferencia de contiendas anteriores, el porcentaje de ciudadanos conscientes de esta problemática se ha elevado considerable pero no suficientemente. El haber puesto en Casa de Nariño a un hombre como Petro obedece más a las cualidades intrínsecas de este que a esa mayor conciencia. Ojalá que en este proceso electoral consigamos elevarla al punto de poder conquistar la cantidad suficiente de congresistas que nos permita invertir la correlación de fuerzas hoy existente allí y lograr que las iniciativas de izquierda avanzada que se presenten no resulten torpedeadas por la nefasta correlación de fuerzas allí existente.

 

Rodrigo López Oviedo

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